ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Vigilia del domingo

Oración por la unidad de los cristianos. Recuerdo especial de las comunidades cristianas en África. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 23 de enero

Oración por la unidad de los cristianos. Recuerdo especial de las comunidades cristianas en África.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Marcos 3,20-21

Vuelve a casa. Se aglomera otra vez la muchedumbre de modo que no podían comer. Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: «Está fuera de sí.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jesús regresa a Cafarnaún, a la casa de Simón y, de inmediato, como siempre, una gran multitud se reúne que presiona insistentemente hasta el punto de impedirle incluso comer; y Jesús siempre se conmueve por aquella gente y no se detiene. Parece que no se concede descanso para ayudar y consolar. Es una escena evangélica que cuestiona la pereza que tan a menudo marca nuestras vidas. ¡Cuántas veces nos dejamos llevar por nuestros ritmos personales, los que responden a nuestras exigencias, dejando por completo de considerar si los demás necesitan ayuda! No debemos ser siempre y solo nosotros la medida de nuestros días y nuestras preocupaciones. El egocentrismo, la concentración en nosotros mismos significa traicionar la misión que Jesús nos ha confiado. Las muchedumbres de hoy, los pobres, los enfermos, los que están solos son los hombres y las mujeres que el propio Jesús ha confiado a nuestras manos. Somos personalmente responsables de ellos. "Está fuera de sí", dicen sus parientes de él. Jesús ha conocido estas acusaciones directamente. Desde su infancia, incluso por parte de María y José, cuando solo tenía doce años, se detuvo en el templo para discutir con los doctores; y cuando los padres que le buscaban preocupados, le reprendieron por esta decisión que consideraron inapropiada, él respondió: "¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?". Sus parientes que se habían reunido en Cafarnaún ese día incluso llegaron a decir que está "fuera de sí", que está loco; y tratan de llevárselo para que vuelva a la vida normal. El Evangelio, en cambio, es como un fuego que arde y que mueve. Es el poder del amor el que siempre lleva a "salir" de uno mismo, del pequeño horizonte propio para acoger el horizonte de Dios.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.