ORACIÓN CADA DÍA

Oración por los enfermos
Palabra de dios todos los dias

Oración por los enfermos

En la Basílica de Santa María de Trastevere se reza por los enfermos. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración por los enfermos
Lunes 1 de marzo

En la Basílica de Santa María de Trastevere se reza por los enfermos.


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Lucas 6,36-38

«Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá.»

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Ser compasivo como Dios significa tener un corazón, una atención, un amor como los suyos. Y aunque para nosotros es imposible, es lo que el mundo necesita. La misericordia, que no tiene nada que ver con un sentimentalismo almibarado, es una fuerza que cambia los corazones y la historia, como la cambió Jesús, el cual pasaba por los pueblos y las ciudades de su tiempo lleno de misericordia, llevando la alegría y la curación. De la misericordia evangélica brota también el mandato de perdonar y no juzgar. Quien cree poder juzgarlo todo será a su vez juzgado. Es una exhortación oportuna. Juzgar se entiende en el sentido de condenar a alguien, de arrinconarlo e impedirle cambiar. Otra cosa muy distinta es condenar el error: nunca se debe "condenar", es decir, identificar el pecado con el pecador. En general quien condena lo hace únicamente con los demás, nunca a sí mismo. Tenemos una gran habilidad para ver la paja en el ojo ajeno, y no ver la viga en el nuestro. Jesús advierte: "Perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará". Y añade que esto se hará en abundancia. El ejemplo del grano que se echa en el saco con largueza hasta rebosar, hasta que se salga, casi derramándolo, muestra el exceso de amor y misericordia de Dios, de los que el mundo de hoy tiene gran necesidad. Dios continúa derramando su misericordia sobre nosotros de forma excesiva, hasta hacerla rebosar.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.