ORACIÓN CADA DÍA

Oración del tiempo de Pascua
Palabra de dios todos los dias

Oración del tiempo de Pascua

Recuerdo de María de Cleofás, que estaba a los pies de la cruz del Señor con las demás mujeres. Oración por todas las mujeres que, en todo el mundo, con valentía y en medio de dificultades, siguen al Señor. Recuerdo de Dietrich Bonhoeffer, asesinado en 1945 por los nazis en el campo de concentración de Flossenbürg.
En Israel es el Yom Hashoáh, el día del recuerdo de la Shoá, en el que se rememora el exterminio del pueblo judío a manos de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración del tiempo de Pascua
Viernes 9 de abril

Recuerdo de María de Cleofás, que estaba a los pies de la cruz del Señor con las demás mujeres. Oración por todas las mujeres que, en todo el mundo, con valentía y en medio de dificultades, siguen al Señor. Recuerdo de Dietrich Bonhoeffer, asesinado en 1945 por los nazis en el campo de concentración de Flossenbürg.
En Israel es el Yom Hashoáh, el día del recuerdo de la Shoá, en el que se rememora el exterminio del pueblo judío a manos de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo ha resucitado de entre los muertos y no muere más!
El nos espera en Galilea!

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 21,1-14

Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: «Voy a pescar.» Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo.» Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?» Le contestaron: «No.» El les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor», se puso el vestido - pues estaba desnudo - y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos. Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar.» Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Venid y comed.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo ha resucitado de entre los muertos y no muere más!
El nos espera en Galilea!

Aleluya, aleluya, aleluya.

Los Apóstoles, que habían abandonado sus redes para hacerse pescadores de hombres (Lc 5,10), vuelven a ser pescadores de peces. El recuerdo de Jesús tal vez continuaba uniéndolos, al menos un poco. Siete de ellos se reúnen para pescar juntos. En el lenguaje simbólico tan querido para el evangelista, el número siete simboliza la universalidad. Ese pequeño grupo es como la semilla de la Iglesia, esparcida por todas las naciones. Es como un nuevo comienzo; no es casual que el evangelista dé el nombre de cada uno. Sin Jesús el fracaso de la pesca es total: sin la luz del Evangelio no hay frutos. Pero con Jesús que se acerca, surge el alba de un nuevo día. Ellos le ven pero no le reconocen, tan grande es su resignación. Pero a pesar del cansancio obedecen a las palabras de aquel hombre. Quizá la costumbre de escuchar el Evangelio durante tres años -¡qué importante es que la escucha se convierta en una práctica cotidiana!- les empuja a probar y a echar las redes al otro lado. La obediencia al evangelio nunca deja de tener efecto. Y he aquí que la pesca es abundante, desmedida. En ese momento reconocen al Señor. Los frutos del evangelio, los milagros del amor, les abren los ojos y el corazón a estos siete discípulos. Ese día comprendieron mejor lo que Jesús les había dicho en el pasado: "Separados de mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5). Jesús ya ha encendido el fuego y les ha preparado las brasas, y espera los peces que han pescado. Es el banquete del Resucitado con los suyos. Las palabras del evangelista evocan las de la multiplicación de los panes y de la Eucaristía. En efecto, es precisamente la celebración de la liturgia eucarística y la comida con los pobres los que construyen la comunidad de los discípulos, como el lugar de la fiesta que el Padre que está en los cielos prepara ya en la tierra.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.