ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 10 de mayo


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 15,26-16,4

Cuando venga el Paráclito,
que yo os enviaré de junto al Padre,
el Espíritu de la verdad, que procede del Padre,
él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio,
porque estáis conmigo desde el principio. Os he dicho esto
para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas.
E incluso llegará la hora
en que todo el que os mate piense que da culto a Dios.
Y esto lo harán
porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto
para que, cuando llegue la hora,
os acordéis de que ya os lo había dicho.
«No os dije esto desde el principio
porque estaba yo con vosotros.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jesús acaba de advertir a los discípulos sobre el odio y las persecuciones que sufrirán a causa de su nombre por parte del "mundo" (Jn 15,18-25), pero quiere reiterarles que no los dejará solos afrontando la oposición y los tribunales. Los acompañará y los sostendrá para que perseveren en el amor recíproco y en el testimonio del Evagelio hasta los confines de la tierra. Esto sucederá después de su ascensión al cielo. Les dice: "Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí". Nos hace pensar en las vicisitudes de la Iglesia de finales del primer siglo, la comunidad de Juan, perseguida tanto por las autoridades judías como las del imperio romano: "Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios". Es una triste situación que se ha repetido en diversos momentos del tiempo hasta nuestros días, ejemplificada de forma especial por muchos mártires de este tiempo, por parte de fundamentalistas que matan en nombre de Dios. El Espíritu Santo que el Hijo transmite del Padre a sus discípulos es la fuerza que sostiene la Iglesia. Es una fuerza espiritual que reúne a los discípulos, los une entre sí, los hace buenos y fuertes, y los envía por todo el mundo a dar testimonio del amor de Dios que salva del mal y libera de toda esclavitud. Por eso deberá afrontar siempre la oposición, incluso violenta, de quien quiere que la división reine entre los hombres. El Señor no abandona a los suyos a su destino. A los discípulos se les confía la gran responsabilidad de comunicar el Evangelio del amor a este mundo nuestro, para que se aleje del mal, y se les pide que gasten su vida en esta misión que solo ellos pueden cumplir. Pero no en la soledad de su debilidad sino en la fuerza del Espíritu que el Padre ha mandado.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.