ORACIÓN CADA DÍA

Oración por los enfermos
Palabra de dios todos los dias

Oración por los enfermos

Recuerdo de san Juan XXIII (†1963) y de la apertura del concilio Vaticano II (1962-1965). En la Basílica de Santa María de Trastevere de Roma se reza por los enfermos. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración por los enfermos
Lunes 11 de octubre

Recuerdo de san Juan XXIII (†1963) y de la apertura del concilio Vaticano II (1962-1965). En la Basílica de Santa María de Trastevere de Roma se reza por los enfermos.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 11,29-32

Habiéndose reunido la gente, comenzó a decir: «Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La fe no llega después de signos prodigiosos; más bien es condición indispensable para que estos se produzcan. Hoy mucha gente sigue buscando signos prodigiosos para alimentar su fe. Y cuando se produce un hecho extraordinario muchos acuden. Si estos "signos" llegan, son indudablemente un don del Señor. Y debemos darle gracias por esta ayuda. Pero debemos prestar más atención de la que normalmente prestamos ante el "signo" por excelencia que el Señor dio para todos, que es el "signo de Jonás". Sin este "signo", los demás son solo exteriores y a veces incluso engañosos. La comunidad primitiva leyó estas palabras de Jesús a la luz de la resurrección. Los habitantes de Nínive se convirtieron escuchando la predicación de Jonás, sin que él hiciera ningún milagro. Lo mismo debe suceder hoy, pues sabemos que Jesús es "algo más que Jonás". Hay que comunicar al mundo el misterio de la Pascua, es decir, el paso de Jesús de la muerte a la resurrección, o sea, la victoria del bien sobre el mal, de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio. Este misterio es el mismo corazón de la historia de Jesús: él vino a la tierra para dar su vida hasta la muerte en cruz y así salvarnos, y el Padre lo resucitó de entre los muertos. Este Evangelio es mucho más valioso que la sabiduría de Salomón y más fuerte que la predicación de Jonás. El Evangelio no es un complemento opcional a la historia de los pueblos. Es su salvación. Esta página evangélica pide a la Iglesia y a los discípulos que sean conscientes de ello y que lo comuniquen con su humilde testimonio.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.