ORACIÓN CADA DÍA

Oración de la Santa Cruz
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración de la Santa Cruz
Viernes 29 de octubre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 14,1-6

Y sucedió que, habiendo ido en sábado a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban observando. Había allí, delante de él, un hombre hidrópico. Entonces preguntó Jesús a los legistas y a los fariseos: «¿Es lícito curar en sábado, o no?» Pero ellos se callaron. Entonces le tomó, le curó, y le despidió. Y a ellos les dijo: «¿A quién de vosotros se le cae un hijo o un buey a un pozo en día de sábado y no lo saca al momento?» Y no pudieron replicar a esto.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Un sábado invitan a Jesús a una comida en casa de uno de los fariseos. Se podría hablar de un "magisterio de las comidas", de una enseñanza que emana del conjunto de las comidas que Jesús tomaba con los pecadores, los publicanos, los fariseos, los discípulos y la gente. Jesús convirtió la comida compartida por todos en el símbolo quizás más expresivo de un pueblo nuevo que acoge y vive la plenitud de la vida de Dios. Se trataba de un gesto provocador, que Jesús quiso hacer intencionadamente. Sus comidas -evidentemente como él las transformaba- provocaron una reacción inmediata contra él. Eso es lo que ocurrió en esta comida en casa de un fariseo. El evangelista destaca desde el inicio la hostilidad de los presentes. No ocurre lo mismo con aquel hidrópico que entra en la casa, va directamente hacia Jesús y se pone delante de él esperando que lo cure. En la antigüedad había un gran temor por la hidropesía y en el judaísmo era considerada una maldición que aparecía como consecuencia de las culpas cometidas. En cuanto Jesús ve a aquel hombre frente a él, pregunta a los legistas y a los fariseos presentes si es lícito o no curar en sábado a un enfermo. La pregunta, evidentemente, es retórica. No obtuvo respuesta alguna: "Ellos guardaron silencio", indica el evangelista. Jesús, sin más dilación, lo tomó de la mano y le curó la enfermedad. Podríamos decir que los pobres no pueden esperar disputas y debates. El amor y la compasión por los débiles no toleran retrasos, que, por desgracia, se producen a menudo, y no se detienen cuando encuentran oposición. Este es el tercer milagro, tras los del hombre con la mano paralizada y la mujer encorvada, que Jesús realiza en sábado. Para él el sábado es realmente un día de fiesta, el día en el que se manifiestan plenamente la bondad y el amor de Dios por los hombres, sobre todo por los más débiles.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.