ORACIÓN CADA DÍA

Oración de la Santa Cruz
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración de la Santa Cruz
Viernes 12 de agosto


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: Hijo de hombre, haz saber a Jerusalén sus abominaciones. Dirás: Así dice el Señor Yahveh a Jerusalén: Por tu origen y tu nacimiento eres del país de Canaán. Tu padre era amorreo y tu madre hitita. Cuando naciste, el día en que viniste al mundo, no se te cortó el cordón, no se te lavó con agua para limpiarte, no se te frotó con sal, ni se te envolvió en pañales. Ningún ojo se apiadó de ti para brindarte alguno de estos menesteres, por compasión a ti. Quedaste expuesta en pleno campo, porque dabas repugnancia, el día en que viniste al mundo. Yo pasé junto a ti y te vi agitándote en tu sangre. Y te dije, cuando estabas en tu sangre: "Vive", y te hice crecer como la hierba de los campos. Tú creciste, te desarrollaste, y llegaste a la edad núbil. Se formaron tus senos, tu cabellera creció; pero estabas completamente desnuda. Entonces pasé yo junto a ti y te vi. Era tu tiempo, el tiempo de los amores. Extendí sobre ti el borde de mi manto y cubrí tu desnudez; me comprometí con juramento, hice alianza contigo - oráculo del señor Yahveh - y tú fuiste mía. Te bañé con agua, lavé la sangre que te cubría, te ungí con óleo. Te puse vestidos recamados, zapatos de cuero fino, una banda de lino fino y un manto de seda. Te adorné con joyas, puse brazaletes en tus muñecas y un collar a tu cuello. Puse un anillo en tu nariz, pendientes en tus orejas, y una espléndida diadema en tu cabeza. Brillabas así de oro y plata, vestida de lino fino, de seda y recamados. Flor de harina, miel y aceite era tu alimento. Te hiciste cada día más hermosa, y llegaste al esplendor de una reina. Tu nombre se difundió entre las naciones, debido a tu belleza, que era perfecta, gracias al esplendor de que yo te había revestido - oráculo del Señor Yahveh. Pero tú te pagaste de tu belleza, te aprovechaste de tu fama para prostituirte, prodigaste tu lascivia a todo transeúnte entregándote a él. Pero yo me acordaré de mi alianza contigo en los días de tu juventud, y estableceré en tu favor una alianza eterna. para que te acuerdes y te avergüences y no oses más abrir la boca de vergüenza, cuando yo te haya perdonado todo lo que has hecho, oráculo del Señor Yahveh.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

En los tiempos difíciles el creyente necesita recordar, repasar y comprender de nuevo la presencia cariñosa de Dios en su historia. Ante todo Israel -y aquí las palabras de Ezequiel son para Jerusalén- debe ser consciente de lo que era originalmente. El Señor recogió de la calle a Israel, que había sido abandonado "en pleno campo" al nacer y había sido ignorado por los suyos, y lo cuidó, lo hizo crecer y lo colmó de belleza. La descripción de los cuidados que tuvo el Señor con su pueblo es minuciosa, como si quisiera expresar que realmente Dios hizo mucho más de lo que un rey debería haber hecho por sus hijos. "Pero tú te pagaste de tu belleza, te aprovechaste de tu fama para prostituirte, prodigaste tu lascivia a todo transeúnte entregándote a él." Cuando olvidamos nuestro origen, cuando olvidamos el amor con el que el Señor nos ha ayudado y nos ha hecho crecer, vence el orgullo, nuestro yo pasa por delante de todo, y seguimos a cualquiera que pensamos que puede satisfacer nuestras expectativas, sin ser conscientes de que sin el Señor perdemos todo lo que él ha hecho en nosotros y para nosotros. Por desgracia, en muchos momentos decidimos actuar así y seguimos las ilusiones y las fáciles promesas de éxito de nuestro mundo y nos alejamos del Señor y del pueblo en el que Dios nos puso. Gracias a la fidelidad de Dios cada uno de nosotros, aunque se haya escuchado solo a sí mismo, vuelve a vivir aquel amor que es el único que puede hacer que nuestra vida sea hermosa y de gran valor: "Yo mismo restableceré mi alianza contigo, y sabrás que yo soy el Señor, para que te acuerdes y te avergüences, y no oses más abrir la boca de vergüenza, cuando yo te haya perdonado todo lo que has hecho".

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.