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Oración por la Paz
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Oración por la Paz

En la Basílica de Santa María de Trastevere se reza por la paz. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración por la Paz
Lunes 19 de septiembre

En la Basílica de Santa María de Trastevere se reza por la paz.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Proverbios 3,27-34

No niegues un favor a quien es debido,
si en tu mano está el hacérselo. No digas a tu prójimo: "Vete y vuelve,
mañana te daré", si tienes algo en tu poder. No trames mal contra tu prójimo
cuando se sienta confiado junto a ti. No te querelles contra nadie sin motivo,
si no te ha hecho ningún mal. No envidies al hombre violento,
ni elijas ninguno de sus caminos; porque Yahveh abomina a los perversos,
pero su intimidad la tiene con los rectos. La maldición de Yahveh en la casa del malvado,
en cambio bendice la mansión del justo. Con los arrogantes es también arrogante,
otorga su favor a los pobres.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Según la sensibilidad bíblica, los necesitados, por el hecho de serlo, gozan de un derecho. Ya en el Deuteronomio se dice: quien niega un préstamo al necesitado comete pecado (Dt 15,9). Esa, por desgracia, es una dimensión extraña a una cultura que tiene como ley de vida el amor por uno mismo. La consecuencia es que las desigualdades y los conflictos crecen sin freno. Las palabras que hemos escuchado preanuncian la página evangélica sobre el amor al prójimo, sobre el lazo mutuo. Luego siguen una serie de consejos sobre la convivencia: no tramar males contra el prójimo mientras él viva confiado junto a ti, no pleitear sin motivo y no envidiar a los violentos por sus éxitos. El autor sagrado consuela diciendo que quien sigue los consejos de Dios no tiene nada que temer, porque Dios odia el mal. Y los malvados no tendrán éxito. Se nos invita a vivir con bondad y generosidad, sin dejar que la envidia y los celos nos dominen. La amistad del Señor es para los justos, Él "concede su favor a los humildes". El tema de la violencia y de la arrogancia, que contrastan con la bondad y la humildad, es recurrente en los Proverbios. La sociedad en la que vivimos, pensando que la victoria es imponerse a los demás, nos acostumbra a responder a la violencia con más violencia, una tentación que tenemos cada día. El Evangelio nos advierte: "Todo el que se ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado". La sabiduría enseña humildad y capacidad de relacionarse con el prójimo con benevolencia y generosidad, porque solo dando encontramos la alegría y la paz del corazón.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.