ORACIÓN CADA DÍA

Oración con María, madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración con María, madre del Señor
Martes 20 de septiembre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Proverbios 21,1-6.10-13

Corriente de agua es el corazón del rey en la mano de Yahveh,
que él dirige donde quiere. Al hombre le parecen rectos todos sus caminos,
pero es Yahveh quien pesa los corazones. Practicar la justicia y la equidad,
es mejor ante Yahveh que el sacrificio. Ojos altivos, corazón arrogante,
antorcha de malvados, es pecado. Los proyectos del diligente, todo son ganancia;
para el que se precipita, todo es indigencia. Hacer tesoros con lengua engañosa,
es vanidad fugitiva de quienes buscan la muerte. El alma del malvado desea el mal,
su vecino no halla gracia a sus ojos. Cuando se castiga al arrogante, el simple se hace sabio;
cuando se instruye al sabio, adquiere ciencia. El Justo observa la casa del malvado,
y arroja a los malvados a la desgracia. Quien cierra los oídos a las súplicas del débil
clamará también él y no hallará respuesta.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El creyente, si quiere tener la sabiduría del corazón, debe aprender humildemente cada día a discernir lo que es justo a ojos de Dios y ponerlo en práctica en su vida. Ese es el significado de la recopilación de proverbios que hoy la liturgia somete a nuestra atención. El autor sagrado advierte desde el inicio que el Señor es quien guía el corazón del creyente: "El corazón del rey -que aquí es ejemplo del creyente- es un río en manos del Señor, que él dirige a donde quiere". El texto reproduce la obra del campesino, que para hacer llegar el agua a todas las partes del campo va redirigiendo los canales de agua para que ninguna quede seca y la cosecha sea abundante. Así actúa el Señor. Hay que dejarle a él la iniciativa. El autor sagrado conoce bien la tentación del orgullo y de la autosuficiencia: "El hombre piensa que su conducta es recta". Pero en realidad no es así, porque es el Señor, quien determina si esos caminos llevan a la vida o a la muerte: "el que sondea los corazones es el Señor". Así pues, el sabio es aquel que intenta leer lo que ocurre en este mundo con los mismos ojos de Dios, dejando que la Palabra de Dios, con la que debe alimentarse cada día, le ilumine. El autor sagrado recuerda la primacía de la atención a los más pobres. Su grito nunca deja indiferente el corazón de Dios. El creyente debe saber lo importante que es la predilección por los pobres: de ella depende la misma relación con Dios. Sí, porque "quien cierra su oído a los gritos del pobre no obtendrá respuesta cuando grite".

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.