ORACIÓN CADA DÍA

Oración de la Vigilia
Palabra de dios todos los dias

Oración de la Vigilia

Recuerdo de san Francisco Javier (+1552), jesuita, misionero en India y Japón Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración de la Vigilia
Sábado 3 de diciembre

Recuerdo de san Francisco Javier (+1552), jesuita, misionero en India y Japón


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Isaías 30,19-21.23-26

Sí, pueblo de Sión que habitas en Jerusalén,
no llorarás ya más;
de cierto tendrá piedad de ti,
cuando oiga tu clamor;
en cuanto lo oyere, te responderá. Os dará el Señor pan de asedio y aguas de opresión,
y después no será ya ocultado el que te enseña;
con tus ojos verás al que te enseña, y con tus oídos oirás detrás de ti estas palabras:
"Ese es el camino, id por él",
ya sea a la derecha, ya a la izquierda. El dará lluvia a tu sementera con que hayas sembrado el suelo,
y la tierra te producirá pan que será pingüe y
sustancioso.
Pacerán tus ganados aquel día en pastizal dilatado; los bueyes y asnos que trabajan el suelo comerán forraje salado,
cribado con bieldo y con criba. Habrá sobre todo monte alto y sobre todo cerro elevado
manantiales que den aguas perennes, el día de la gran
matanza,
cuando caigan las fortalezas. Será la luz de la luna como la luz del sol meridiano,
y la luz del sol meridiano será siete veces mayor
- con luz de siete días -
el día que vende Yahveh la herida de su pueblo
y cure la contusión de su golpe.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

En la historia con frecuencia hay tiempos difíciles, en los que los hombres se alían para fomentar conflictos y guerras. Sin embargo, el profeta es aquel que en el corazón de las tribulaciones y de las aflicciones de la historia sabe ver e indicar la presencia consoladora del Señor: "no llorarás ya más". El Señor, asegura el profeta, escucha tu oración: "de cierto tendrá piedad de ti, cuando oiga tu clamor; en cuanto lo oyere, te responderá". La oración es verdaderamente la fuerza del pueblo creyente. Y con razón escribe Karl Barth, un gran teólogo protestante, que el Señor no actúa de la misma forma si rezamos o no: no solo escucha, sino que se hace vulnerable a nuestra oración. La oración es siempre un diálogo con Dios. Él escucha a su pueblo cuando lo invoca, y no deja que le falte su palabra. En efecto, no deja de conducir a su pueblo indicándole el camino a recorrer. Y si hay momentos de desorientación, interviene para indicar el camino a recorrer. En ese momento la oración se convierte en escucha, como escribe el profeta: "con tus oídos oirás detrás de ti estas palabras: "Ese es el camino, id por él; ya sea a la derecha, ya a la izquierda"". La Palabra de Dios escuchada con fidelidad y obediencia desciende a las profundidades del corazón y lo habita. Y se convierte en una voz interior que surge de dentro del corazón porque ha madurado en una historia de escucha, de reflexión, de meditación, de lectura de los signos de los tiempos. Ella nos permite ver con sabiduría y esperanza el futuro, liberándonos de la tentación de permanecer atrapados en las lógicas mundanas.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.