ORACIÓN CADA DÍA

Oración por la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración por la Iglesia
Jueves 9 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Génesis 2,18-25

Dijo luego Yahveh Dios: "No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada." Y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no encontró una ayuda adecuada. Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: "Esta vez sí que es hueso de mis huesos
y carne de mi carne.
Esta será llamada mujer,
porque del varón ha sido tomada." Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne. Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Dios se preocupa de hacer al hombre "una ayuda adecuada". En efecto, "no es bueno que el hombre esté solo". Esta afirmación de Dios puesta al comienzo de la vida humana encierra un gran secreto de sabiduría y de vida, que no se refiere solo al hombre, a la mujer y a su unión, sino a la humanidad entera. La comunión está en el origen y en el final de todo. Por ello no está bien que el hombre esté solo. El hombre -señala el autor bíblico- pasa revista a todos los animales, a los que pone nombre, pero no encuentra entre ellos ninguno que pueda llenar su vacío de amor, que "le corresponda". Y aquí Dios parece corregirse: no hay nada en la creación que pueda hacer verdaderamente feliz a Adán. Surge así la nueva empresa de Dios: la creación de la mujer, la verdadera compañía de hombre. O mejor dicho, la humanidad está en la dualidad hombre y mujer. Lo subrayan bien las palabras pronunciadas por el hombre nada más verla: "Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne". Estas palabras indican que la diferencia entre el hombre y la mujer es consustancial al ser humano, y determina la entera dimensión de la existencia, lo cual se realiza tanto en la familia como en los pueblos y en toda la humanidad. Se indica una pertenencia recíproca, una comunión, una alianza que implica un compromiso. El pasaje sitúa aquí el origen de la familia, la primera respuesta a la soledad y al individualismo, pero la indicación vale para toda la humanidad, llamada a ser familia de pueblos.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.