ORACIÓN CADA DÍA

Oración por la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración por la Iglesia
Jueves 1 de junio


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Sirácida 42,15-25

Voy a evocar las obras del Señor,
lo que tengo visto contaré.
Por las palabras del Señor fueron hechas sus obras,
y la creación está sometida a su voluntad. El sol mira a todo iluminándolo,
de la gloria del Señor está llena su obra. No son capaces los Santos del Señor
de contar todas sus maravillas,
que firmemente estableció el Señor omnipotente,
para que en su gloria el universo subsistiera. El sondea el abismo y el corazón humano,
y sus secretos cálculos penetra.
Pues el Altísimo todo saber conoce,
y fija sus ojos en las señales de los tiempos. Anuncia lo pasado y lo futuro,
y descubre las huellas de las cosas secretas. No se le escapa ningún pensamiento,
ni una palabra se le oculta. Las grandezas de su sabiduría las puso en orden,
porque él es antes de la eternidad y por la eternidad;

nada le ha sido añadido ni quitado,
y de ningún consejero necesita. ¡Qué amables son todas sus obras!:
como una centella hay que contemplarlas. Todo esto vive y permanece eternamente,
para cualquier menester todo obedece. Todas las cosas de dos en dos, una frente a otra,
y nada ha hecho deficiente. Cada cosa afirma la excelencia de la otra,
¿quién se hartará de contemplar su gloria?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El creyente reconoce que en la creación resplandece la gloria de Dios, y que todas sus obras hablan de la bondad del Creador. La creación es, ante todo, expresión del amor de Dios. La sustancia de su amor consiste en "engendrar". Para el Señor amar es hacer existir. Dios es por naturaleza expansivo, es decir, proyecta fuera de sí mismo, hace que empiecen nuevas realidades, trae al mundo lo que no existía, suscita vida donde no había fertilidad alguna. La creación remite al Creador, del mismo modo que la obra remite al artista. No hay belleza sin la voluntad de quien crea. La creación -como afirma el libro del Génesis (1,2)- empezó con la Palabra: la luz aparece cuando Dios la llama a la existencia, las tinieblas se muestran tal como son porque la luz muestra la oscuridad con su límite intrínseco. Lo que ocurre con la luz se repite con el resto de la creación. Todas las cosas existen porque Dios las llamó y juntas formaron el lugar donde tenían que habitar los hombres. Por eso la naturaleza es para el hombre una escuela de contemplación de la gloria de Dios y de su amor. En ese sentido, el hombre, creado a imagen de Dios, es el gran intérprete de la creación, y está llamado a custodiarla para que sea siempre lugar de paz y jardín de amor para todos. En el escenario de la creación -que es la naturaleza- se desarrolla la historia que el autor sagrado dibuja cuando afirma: "El Altísimo conoce toda la ciencia y escruta las señales de los tiempos. Anuncia lo pasado y lo futuro, y descubre las huellas de las cosas ocultas. No se le escapa ningún pensamiento, ni una palabra se le oculta". Dios guía la historia. El hombre, junto a Dios que es su Señor, está llamado a proteger y transformar la creación.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.