Vigília pels màrtirs. Les paraules del card. Farrell: "L'amor pels altres ens salva"

VIGILIA DE ORACIÓN ORGANIZADA POR LA COMUNIDAD DE SANT'EGIDIO
"En recuerdo de los que en estos últimos años han dado su vida por el Evangelio”

HOMILÍA
(después de la proclamación de Lc 21,5-18)
Roma – Basílica de Santa María de Trastevere
Lunes 29 de marzo de 2021
 

Queridos hermanos y hermanas:

hemos escuchado las palabras con las que Jesús predice la persecución que sufrirán sus discípulos en cada época "a causa de su nombre". Persecución desde entornos institucionales (reyes y gobernantes), desde entornos religiosos, incluso desde entornos familiares (padres, hermanos, parientes, amigos). Jesús es la razón profunda de esta aversión. Es el que, para el mundo, queda para siempre como "signo de contradicción" y que es rechazado en los cristianos, sus discípulos. Pero también es Jesús quien permanece cerca de los perseguidos, dándoles "palabra y sabiduría" y enviándoles su espíritu, para que su testimonio se convierta en un mensaje de amor y de esperanza, con la certeza de que nada se perderá y de que ningún sufrimiento soportado por su causa será infructuoso: "no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza".

          Este Evangelio refleja realmente la situación actual en muchas regiones del mundo en las que tantos cristianos, no sólo católicos, siguen sufriendo y perdiendo la vida "por el nombre de Jesús". Baste decir que en 2020, 4.761 cristianos fueron asesinados a causa de su fe, 13 cristianos al día (informe World Watch List 2021 de Open Doors). Estamos reunidos aquí esta noche, al comienzo de la Semana Santa, para recordar a todos estos hermanos y hermanas nuestros, mártires contemporáneos de la fe y la caridad, que dieron su vida por fidelidad al Evangelio y por fidelidad al servicio de los demás, especialmente de los más pobres y olvidados, servicio que habían abrazado como su principal vocación en la vida.

Nuestro recuerdo y nuestra oración quieren ser un gesto de cercanía a los mártires de todas las iglesias cristianas, a sus familias y a sus comunidades. La cercanía entre hermanos en la fe alienta y da esperanza porque rompe la soledad y asume el dolor de los demás. Todo esto nos lo mostró de manera ejemplar el Santo Padre en su reciente viaje apostólico a Irak. El Papa Francisco, superando muchas dificultades y afrontando también posibles riesgos, ha querido estar presente en persona entre los cristianos, entre las familias y junto a los pastores de las comunidades cristianas que han sufrido la persecución y el azote de la guerra en esa tierra tan rica en tradiciones religiosas. Quería conocer a la gente, escuchar sus historias, compartir sus sufrimientos. Les animó, les recordó la necesidad del perdón y, al mismo tiempo, la necesidad de luchar para construir la paz, aunque parezca imposible. El Papa se reunió no sólo con cristianos, sino también con representantes de otras confesiones para mantener vivo el sueño de la fraternidad universal, e invitó a todos a no cansarse "de rezar por la conversión de los corazones y por el triunfo de una cultura de la vida, de la reconciliación y del amor fraterno, que respete las diferencias, de las distintas tradiciones religiosas, y que se esfuerce por construir un futuro de unidad y colaboración entre todas las personas de buena voluntad".

(Discurso durante la visita a la comunidad de Qaraqosh, 7 de marzo de 2021).

Siguiendo el ejemplo del Papa, también nosotros nos unimos idealmente esta tarde a todos aquellos que en el mundo siguen enfrentándose no sólo a la muerte física, sino también a la "muerte psicológica" y "espiritual" causada por la discriminación religiosa, la falta de libertad, la imposibilidad de vivir y practicar la propia fe y esa dimensión esencial de la fe que es la caridad hacia el prójimo. Pensemos en sus sufrimientos diarios y tratemos de llevarlos en nuestro corazón, viviéndolos como nuestros propios sufrimientos. Nuestro mundo es realmente pequeño. Lo que ocurre en Irak, Pakistán o Nigeria es como si ocurriera aquí. Ya nada nos es ajeno. Todos estamos cerca.

Nuestra cercanía espiritual a los mártires y nuestra solidaridad son buenas para las comunidades cristianas que viven en zonas difíciles, pero son especialmente buenas para nosotros. La crisis sanitaria mundial que estamos viviendo, con los graves problemas sociales que de ella se derivan, puede provocar, incluso en nosotros los cristianos, un peligroso repliegue sobre nosotros mismos, de modo que todo el horizonte de la vida corre el riesgo de reducirse a la única preocupación de preservar la propia salud y el bienestar económico. Por lo tanto, mirar a los mártires es bueno para nosotros. Sus vidas son como luces que iluminan la oscuridad de nuestros miedos y nuestras mezquindades. Son discípulos de Jesús que vivieron el espíritu de las bienaventuranzas hasta el extremo. Nos muestran que el propósito de la vida no es sólo preservarla de cualquier peligro, sino darla por amor. Su testimonio, a menudo manso, silencioso y desconocido para el mundo, nos dice que no es la separación de los demás lo que nos salva, sino el amor a los demás.

Por ello, quiero agradecer a todos los que forman parte de la Comunidad de Sant'Egidio, no sólo por organizar este momento de oración, sino también por su generoso compromiso en muchos países del mundo al servicio de la paz y la reconciliación. Vivís un apostolado de fe y caridad, poniéndoos al servicio de los más solos, de los más pobres, de los que han perdido a sus familias, de los que se han visto obligados a abandonar su tierra. Al hacerlo, sois un gran estímulo para que todos mantengáis vivo este "alto ideal" de vida cristiana que encarnaron los mártires. Que todos los cristianos nos sintamos animados a no tener miedo, y a superar nuestras cerrazones y nuestro cansancio para dar testimonio de nuestra fe, con la palabra y con una vida plenamente conforme al Evangelio.

"La sangre de los mártires, es la semilla de los cristianosdecía un escritor de los primeros siglos de la Iglesia y, en este sentido, el Santo Padre explicó que los mártires son aquellos "que llevan adelante la Iglesia, que sostienen la Iglesia [...] Una Iglesia sin mártires, me atrevo a decir, es una Iglesia sin Jesús" (Meditación de la mañana, 30 de enero de 2017). Queridos hermanos, presentemos ahora al Señor, en nuestras oraciones, la vida entregada de todos los mártires de la fe y de la caridad, para que sea investida con la luz de la Resurrección y se convierta en semilla de salvación y de reconciliación en todos los lugares donde derramaron su sangre y para el mundo entero.

Amén.

VÍDEO