La muerte de un niño en el tren de aterrizaje de un avión que despegó en Costa de Marfil y aterrizó en París es un gran dolor que no puede dejarnos indiferentes

Europa debe escuchar el grito de África, y los países africanos deben dar un futuro a sus jóvenes

Todavía no se sabe su nombre y su edad. Podría tener diez años y murió de frío, con el sueño de Europa, en el tren de aterrizaje de un avión que viajaba de Abiyán a París. El descubrimiento de este terrible drama de la emigración en el aeropuerto de Roissy - Charles de Gaulle no puede dejarnos indiferentes. La Comunidad de Sant’Egidio, que hace años que trabaja con las Escuelas de la Paz en muchos lugares del mundo –también en Costa de Marfil– para dar un futuro a los niños de las periferias, manifiesta su pesar al pueblo marfileño y a los familiares de la víctima.

 

Esta tragedia, parecida a la de dos adolescentes guineanos, Yaguine y Fodé, que murieron en agosto de 1999 en un avión que los llevaba a Bélgica, debe hacer que Europa, escuchando el grito de África, fomente concreta y urgentemente su desarrollo y que los países africanos se preocupen por los numerosísimos jóvenes que piden escuela, trabajo y futuro.