"Proceso de admisión inmediata para todos los extranjeros. Así evitamos el contagio entre los invisibles"


Son necesarios tanto en el sector agrario como para la asistencia a los ancianos. No existe riesgo de que el proceso de admisión provoque un efecto llamada porque las fronteras están cerradas

«En Italia han 600 mil inmigrantes irregulares que viven marginados y pueden provocar focos de infección. Hay que regularizarlos con permisos de residencia temporal para asegurar la salud de todos y para el equilibrio social del país. Estos extranjeros son fundamentales para el sector agrícola y para los servicios a las personas. En la fase 2 serán aún más necesarios». La propuesta es de Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant'Egidio, presidente de la Società Dante Alighieri y exministro de Integración del gobierno Monti.

Profesor, ¿por qué cabe pensar en un proceso de admisión para los inmigrantes justo ahora?

«Yo no hablaría de proceso de admisión sino de regularización. Es necesaria porque el empleo es una cuestión decisiva para que el país salga de la crisis. La mitad de estas 600 mil personas son mujeres provenientes de la Europa del Este o de América del Sur que trabajan como cuidadoras, asistentas o canguros. La otra mitad son hombres africanos, indios o bangladesíes. Una buena parte de ellos presta servicios en el campo. Están alojados en viviendas precarias o en grandes concentraciones, no tienen derechos y tienen hambre».

Las cuidadoras se han quedado fuera incluso de la ampliación de los amortiguadores sociales.

«Ha sido un gravísimo error dejarlas sin protección, y ello demuestra que no hemos entendido que ha fracasado un sistema: hemos asistido al colapso de las residencias para la tercera edad, se ha producido una mascre. Una de las grandes reflexiones que hay que hacer es que hay que dejar atrás el sistema de los centros residenciales asistidos y de la institucionalización. Para el futuro es necesario tener en casa a los ancianos, y hacen falta personas que los cuiden. Es la solución más humana y económica».

Sin los temporeros, que no podrán venir, existe el riesgo de no poder recoger la fruta y la verdura de los campos.

«Según la patronal del sector agrícola italiano (Confagricoltura), hacen falta 200 mil trabajadores. Si no llegan, está en peligro la agricultura y la ganadería. Hay que permitir que los empresarios contraten a los trabajadores que ya hay en el territorio».

¿No cree que una medida de ese tipo puede provocar un efecto llamada y que aumenten las llegadas por mar?

«Ese efecto no existe, las llegadas por mar están en niveles mínimos, el riesgo de invasión no existe. Las fronteras están cerradas, la libertad de movimiento está muy limitada y, en cualquier caso, la regularización debe realizarse a corto plazo. Intentaré hacer una hipótesis: hay que regularizar a quienes ya estaban en Italia el 4 de marzo, día en el que el primer ministro firmó uno de los primeros decretos contra el coronavirus».

Parece una medida muy impopular. ¿No estaría el gobierno favoreciendo electoralmente a Salvini y Meloni?

«Si insistimos en la comedia de siempre el país no levantará cabeza. ¿Queremos que se pudran los tomates en los campos? ¿Dejar que mueran los ancianos en las residencias? De ese modo, los italianos acabarán siendo los últimos, no los primeros. Yo tengo la sensación de que hoy la gente mira la realidad de manera menos conflictiva. Si tuviera que dar un consejo a los políticos diría que deben ser sabios porque los italianos se informan más y buscan soluciones concretas, no se contentan con un chivo expiatorio».

¿Es optimista?

«Yo soy realista. Si queremos remar juntos tenemos que ayudarnos. Creo que la política de unos contra otros es insensata, ya no da réditos. El mejor interés es la solidaridad. Creo que nuestra sociedad ha resistido ante la pandemia porque sigue siendo una sociedad de lazos. La mía es una propuesta pragmática. Con los contratos y las cotizaciones habría ingresos para el Estado y permitiríamos que personas a las que no podemos repatriar trabajaran legalmente».

 

[ Luca Monticelli, La Stampa ]

Traducción de la redacción