En Lesbos, en las tiendas de los refugiados, azotadas por el gélido viento, la esperanza son los corredores humanitarios

El frío y la falta de perspectivas aumentan la desesperación Ayuda de emergencia de Sant’Egidio

Una delegación de la Comunidad de Sant'Egidio está en Grecia estos días para llevar ayuda a los refugiados y para preparar la llegada a Italia de los próximos corredores humanitarios. Este invierno la situación de los refugiados ha sido de extrema gravedad.

Además de los cuatro centros de registro (hot-spot) que hay en las islas griegas, en tierra firme, alrededor de Atenas y en la frontera con Macedonia y Albania, se han levantado unos 25 campos. Algunos están muy por encima de su capacidad, como los de  Malakasa y Eleonas. Este último es un enjambre de contenedores y barracas improvisadas situado en una zona muy pobre de la periferia ateniense. Hay muchos niños, algunos recién nacidos.

En Lesbos, a pesar del frío y de la nieve, los últimos días han seguido desembarcando refugiados provenientes de Turquía que, cuando logran evitar las expulsiones, desembarcan con lanchas neumáticas directamente en la playa del nuevo campo de refugiados de Mavrovouni, frente al mar, construido sobre un terreno que se utiliza desde hace más de un siglo como polígono de tiro y donde se ha acumulado una gran cantidad de plomo. De las 7200 personas que viven allí, una tercera parte son niños. Otras mil personas están en el campo de Karatepe, cerca de allí.

La situación del centro de registro, al que muchos llaman Moria 2.0, empeora día a día. En las tiendas que hay a orillas del mar, sin calefacción ni corriente eléctrica, el clima gélido y el viento de estos días son aún más difíciles de soportar. Los últimos meses se han sucedido varias inundaciones. El barro llega hasta el interior de las tiendas y las familias se ven obligadas a colgar del techo de la tienda todas sus pertenencias. Los residentes del campo cavan ellos mismos canales para drenar el agua.

Lo más necesario es la ropa, mantas y servicios higiénicos, escasos, inadecuados y sin duchas. Si en verano las personas se lavan en el mar, ahora los pocos puntos de agua (solo fría) no son suficientes. Las tiendas, en las que viven unas 10 personas, son compartidas por varias familias, y las mujeres sufren especialmente la imposibilidad de cuidarse a sí mismas y a sus hijos. Por la noche es peligroso alejarse de la tienda y las condiciones sanitarias están llegando a niveles alarmantes. En el Hope Project de Karatepe, donde se han llevado a cabo durante dos años las actividades de la Comunidad, están instalando duchas en los contenedores y un servicio de lavandería que ofrecerán a los refugiados del campo la posibilidad de lavarse. Con la ayuda de algunos amigos del campo, la Comunidad ha repartido frente a la puerta de entrada de Mavrovouni, por donde no pueden entrar los voluntarios, paquetes con alimentos y productos higiénicos, ropa de abrigo, zapatos y protectores de la lluvia a más de cien familias.

El aspecto más preocupante es la creciente desesperación de la gente. Después del incendio la Comunidad hizo un llamamiento para que "nada volviera   a ser como antes". Pero actualmente casi se añora la situación anterior al incendio que devastó el campo de Moria, porque, a pesar de las condiciones invivibles, con el paso de los años había adquirido apariencia de pueblo, con sus tiendas, sus hornos de pan y sus lugares para socializarse.

Las escuelas informales que en verano surgieron en el campo de Moria dejaron de funcionar y en Mavrovouni todos viven cerrados en sus tiendas. Conocimos a muchos niños y adolescentes que tienen miedo de salir de su tienda, que están traumatizados y ya no hablan; una adolescente ya tiene el pelo blanco a causa de la depresión. Se han detectado unos 50 casos de intento de suicidio de menores y episodios de autolesiones, agravados por el aislamiento del confinamiento, que para los habitantes del campo es aún más riguroso. Ha muerto un niño de frío. La situación de los menores ha hecho que en los últimos días la Comisión Europea haya publicado un llamamiento en el periódico Avvenire .

Antes se permitía salir a los refugiados, pero ahora, además del alambre espinado que rodea el campo, están levantando gruesos muros. Lo que debía ser temporal está asumiendo el aspecto de un centro permanente, en un régimen de retención de los solicitantes de asilo, incluidos los niños.

La noticia de la llegada de los amigos de la Comunidad se ha propagado con rapidez. "Muchos han venido a vernos solo para explicarnos su historia y que alguien les escuche y les muestre una actitud de simpatía –dicen los voluntarios– . No es extraño que, caminando por los campos, oigamos a alguien que dice nuestro nombre: son personas que nos han conocido en los últimos dos años y que han participado en nuestras comidas de la amistad. Es cada vez más evidente que los corredores humanitarios representan la verdadera esperanza de un futuro digno para ellos y sus familias, como ya ocurre con muchos amigos que han llegado a Europa provenientes de Lesbos, el Líbano y Etiopía.