6 de agosto de 1945, ataque nuclear a Hiroshima. En 2021, el difícil camino del desarme nuclear

El 6 y el 9 de agosto de 1945 dos bombas atómicas destruyeron las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Tras más de 75 años, tras acuerdos de "no proliferación" (1986) y la "prohibición total de pruebas nucleares" (1996), muchos países todavía no han renunciado a la fabricación y a la posesión de armas nucleares.

El papa Francisco, en su visita a Japón en noviembre de 2019 dijo con firmeza: "El uso de la energía atómica para fines de guerra es inmoral, del mismo modo que es inmoral la posesión de armas atómicas". Citando estas palabras, 42 asociaciones católicas, entre ellas la Comunidad de Sant’Egidio, han dirigido un llamamiento al Gobierno y al Parlamento italianos para que Italia se adhiera al Tratado sobre la prohibición de armas nucleares (TPNW). El tratado, "primera herramienta internacional jurídicamente vinculante que prohíbe explícitamente estos instrumentos", como destacó el Papa, entró en vigor el 22 de enero de 2021. En los Estados que lo han ratificado, son ilegales el uso, desarrollo, prueba, producción y fabricación, adquisición, posesión, almacenamiento, instalación o despliegue de dichas armas. El llamamiento se dirige a Italia, que no forma parte ni de los 86 países firmantes, ni de los 55 que ratificaron el tratado, como otros países estratégicos cuya adhesión daría un gran impulso al progresivo desarme nuclear, un acto de conciencia de toda la humanidad, que recuerda el único y –si queremos que sea definitivamente el último– ataque nuclear de la historia.

 

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