Yemen es un país formado por varias realidades tribales, reunidas durante el siglo XX en dos estados distintos desde el punto de vista político y religioso, pero similares culturalmente: en el norte más fértil y poblado predomina la secta zaidí del chiísmo, que había gobernado el lugar históricamente; en el sur, en cambio, siempre ha predominado el sunismo. Las distintas denominaciones convivían sin distinciones.
 
En 1990 se decretó la unidad del país, que fue seguida de un breve conflicto entre los partidarios de los dos antiguos gobiernos.
El presidente Ali Abdallah Saleh, antiguo presidente del mayoritario norte, decide gobernar con el apoyo del nuevo partido al-Islah (la reforma), próximo ideológicamente a los Hermanos Musulmanes. Estos se hacen impulsores de una visión rígida y separadora del islam que provoca un  despertar religioso, político y finalmente militar entre las tribus del norte, mayoritariamente zaidíes.
 
Desde 2011, tras el derrocamiento del presidente, las distintas facciones políticas del país se enfrentan por el poder, en una realidad muy fragmentada, a menudo formada por alianzas tribales muy fluidas, e influida por la política regional y por la presencia de grupos terroristas: el movimiento Ansar Allah, fundado y liderado por la familia zaidí hutí, parece predominar al inicio. Ocupa casi todo el norte, con la capital Saná, y llega hasta el puerto meridional de Adén (antigua capital de Yemen del Sur y nueva capital provisional).
 
Eso lleva a una reacción militar de Arabia Saudí, que teme un Estado chií más allá de sus fronteras que apoye al gobierno yemení legítimo encabezado por el presidente Abd Rabbo; las tribus del sur, en cambio, cuentan con el apoyo de los Emiratos Árabes Unidos y oscilan entre peticiones de autonomía y de plena independencia, luchando a menudo con la coalición internacional pero también puntualmente contra el Gobierno (por ejemplo, por el control de Adén).
 
La coalición encabezada por los saudíes cuenta con el apoyo logístico y militar de muchos países, también occidentales (entre ellos, EEUU); a pesar de la ingente inversión económica, todavía no ha logrado ningún éxito decisivo, y la mayor parte del país todavía está controlada por el Gobierno de Ansar Allah, que cuenta con el apoyo de Irán; los numerosos acuerdos entre las partes en conflicto (Ansar Allah, lealistas y separatistas del sur) nunca han tenido efectos duraderos, mientras que la situación humanitaria lleva tiempo descontrolada.