LA PREGÀRIA CADA DIA

Domingo de la Ascensión
Paraula de déu cada dia

Domingo de la Ascensión

Domingo de la Ascensión
Recuerdo de san Pablo VI (+1978), papa.
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Libretto DEL GIORNO
Domingo de la Ascensión
Domingo 29 de mayo

Domingo de la Ascensión
Recuerdo de san Pablo VI (+1978), papa.


Primera Lectura

Hechos de los Apóstoles 1,1-11

El primer libro lo escribí, Teófilo, sobre todo lo que Jesús hizo y enseñó desde un principio hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por medio del Espíritu Santo a los apóstoles que había elegido, fue llevado al cielo. A estos mismos, después de su pasión, se les presentó dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al Reino de Dios. Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa del Padre, «que oísteis de mí: Que Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días». Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?» El les contestó: «A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad, sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.» Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos. Estando ellos mirando fijamente al cielo mientras se iba, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo.»

Salmo responsorial

Salmo 46 (47)

¡Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de alegría!

Porque Yahveh, el Altísimo, es terrible,
Rey grande sobre la tierra toda.

El somete a nuestro yugo los pueblos,
y a las gentes bajo nuestros pies;

él nos escoge nuestra herencia,
orgullo de Jacob, su amado.

Sube Dios entre aclamaciones,
Yahveh al clangor de la trompeta:

¡salmodiad para nuestro Dios, salmodiad,
salmodiad para nuestro Rey, salmodiad!

Que de toda la tierra él es el rey:
¡salmodiad a Dios con destreza!

Reina Dios sobre las naciones,
Dios, sentado en su sagrado trono.

Los príncipes de los pueblos se reúnen
con el pueblo del Dios de Abraham.

Pues de Dios son los escudos de la tierra,
él, inmensamente excelso.

Segunda Lectura

Hebreos 9,24-28; 10,19-23

Pues no penetró Cristo en un santuario hecho por mano de hombre, en una reproducción del verdadero, sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro, y no para ofrecerse a sí mismo repetidas veces al modo como el Sumo Sacerdote entra cada año en el santuario con sangre ajena. Para ello habría tenido que sufrir muchas veces desde la creación del mundo. Sino que se ha manifestado ahora una sola vez, en la plenitud de los tiempos, para la destrucción del pecado mediante su sacrificio. Y del mismo modo que está establecido que los hombres mueran una sola vez, y luego el juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, se aparecerá por segunda vez sin relación ya con el pecado a los que le esperan para su salvación. Teniendo, pues, hermanos, plena seguridad para entrar en el santuario en virtud de la sangre de Jesús, por este camino nuevo y vivo, inaugurado por él para nosotros, a través del velo, es decir, de su propia carne, y con un Sumo Sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con sincero corazón , en plenitud de fe, purificados los corazones de conciencia mala y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la Promesa.

Lectura del Evangelio

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ayer fui sepultado con Cristo,
hoy resucito contigo que has resucitado,
contigo he sido crucificado,
acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 24,46-53

y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. «Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto.» Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ayer fui sepultado con Cristo,
hoy resucito contigo que has resucitado,
contigo he sido crucificado,
acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Homilía

"Galileos, ¿por qué permanecéis mirando al cielo?" La liturgia de la ascensión celebra un misterio cristiano común a todas las Iglesias. Forma parte de la profesión de fe común. Lucas la describe tanto en su Evangelio como en los Hechos de los Apóstoles, poniéndola como vínculo no solo entre los dos libros sino entre la Pascua y Pentecostés. En los Hechos escribe que Jesús se apareció a los discípulos "dejándose ver de ellos durante cuarenta días y hablándoles del Reino de Dios". Fueron cuarenta días de encuentros y de escucha para que los discípulos se dejaran involucrar por el misterio de la Pascua. Hay un paralelismo entre los cuarenta días de Jesús en el desierto justo después de su bautismo en el Jordán para prepararse para la misión pública y estos otros cuarenta días después de la Pascua que preparan a los discípulos para la misión pública de comunicar el Evangelio hasta los confines de la tierra.
Lucas sugiere que los discípulos, aquel día, mientras están a la mesa con el Resucitado, son conscientes de que estaban viviendo un momento especial y, al oír que Jesús hablaba de la venida del Espíritu Santo, le preguntan si finalmente "es en este momento cuando le vas a restablecer el Reino a Israel". Es una pregunta comprensible ante tantas esperas de salvación.
Jesús responde a aquellos discípulos: "No es cosa vuestra conocer el tiempo y el momento que el Padre ha fijado con su propia autoridad". La vida, parece que Jesús les sugiere, es mucho más grande y compleja y por tanto ¡no es cosa nuestra conocer el tiempo y el momento! Sin embargo, no nos deja solos en la oscuridad y en la incertidumbre de un mundo complejo y a veces incluso adverso; y promete que enviará el Espíritu Santo "Vosotros recibiréis una fuerza, cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros". Aquel mismo Espíritu que él recibió el día del Bautismo en el Jordán, lo recibirían también ellos dentro de pocos días, esta vez en forma de lenguas de fuego y no de paloma; y les guiaría a través de la historia hasta la victoria completa sobre el mal. Mientras está hablando con ellos (se podría decir en el momento de la escucha, de la oración como en esta liturgia) Jesús es "levantado" al cielo. Es hermosa una afirmación de la liturgia bizantina de la ascensión: "desde el cielo, él que ama donar, ha distribuido dones a sus apóstoles, consolándoles como un padre, confirmándoles, guiándoles como hijos y diciéndoles: yo estoy con vosotros y nadie está contra vosotros".
Hay una dirección que se muestra. Los ángeles se dirigen a los once llamándoles "galileos", hombres de la periferia, hombres de la calle, es como unir para siempre a los discípulos con la periferia, el Evangelio y los pobres. Sí, el misterio de la ascensión de Jesús al cielo significa para nosotros hoy que Jesús resucitado nos precede en las muchas galileas de este mundo, en las periferias incontables de este mundo.

La pregària és el cor de la vida de la Comunitat de Sant’Egidio, la seva primera "obra". Al final del dia, totes les Comunitats, tant si són grans com si són petites, es reuneixen al voltant del Senyor per escoltar la seva Paraula i dirigir-s'hi en la seva invocació. Els deixebles només poden estar als peus de Jesús, com Maria de Betània, per triar la "millor part" (Lc 10,42) i aprendre'n els seus mateixos sentiments (cfr. Flp 2,5).

Sempre que la Comunitat torna al Senyor, fa seva la súplica del deixeble anònim: "Senyor, ensenya'ns a pregar" (Lc 11,1). I Jesús, mestre de pregària, respon: "Quan pregueu, digueu: Abbà, Pare".

Quan preguem, encara que ho fem dins del cor, mai no estem aïllats ni som orfes, perquè en tot moment som membres de la família del Senyor. En la pregària comuna es veu clarament, a més del misteri de la filiació, el de la fraternitat.

Les Comunitats de Sant'Egidio que hi ha al món es reuneixen als diferents llocs que destinen a la pregària i presenten al Senyor les esperances i els dolors dels homes i les dones "malmenats i abatuts" de què parla l'Evangeli (Mt 9,36). En aquella gent d'aleshores s'inclouen els habitants de les ciutats contemporànies, els pobres que són marginats de la vida, tots aquells que esperen que algú els contracti (cfr. Mt 20).

La pregària comuna recull el crit, l'aspiració, el desig de pau, de guarició, de sentit de la vida i de salvació que hi ha en els homes i les dones d'aquest món. La pregària mai no és buida. Puja incessantment al Senyor perquè el plor es transformi en joia, la desesperació en felicitat, l'angoixa en esperança i la solitud en comunió. I perquè el Regne de Déu arribi aviat als homes.