ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 5 de mayo


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Gálatas 4,1-11

Pues yo digo: Mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo, con ser dueño de todo; sino que está bajo tutores y administradores hasta el tiempo fijado por el padre. De igual manera, también nosotros, cuando éramos menores de edad, vivíamos como esclavos bajo los elementos del mundo. Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios. Pero en otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, servíais a los que en realidad no son dioses. Mas, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor, que él os ha conocido, ¿cómo retornáis a esos elementos sin fuerza ni valor, a los cuales queréis volver a servir de nuevo? Andáis observando los días, los meses, las estaciones, los años. Me hacéis temer no haya sido en vano todo mi afán por vosotros.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Pablo, para indicar al heredero de la promesa, elige la imagen, extraída del derecho civil, del "heredero menor de edad". Es una comparación con la que describe la situación de tutela en la que viven tanto los judíos como los paganos ("nosotros", escribe). Así pues, todos éramos "menores": los judíos porque estaban bajo la tutela de la ley, y los paganos porque estaban sometidos a los "elementos del mundo" (a la común mentalidad egocéntrica). No importa si -como destaca Pablo recordando la dignidad que el hombre ha recibido del Creador- el "menor" es el heredero de derecho. La mayoría de edad, es decir, la posesión efectiva de la herencia, se produce cuando llega "la plenitud de los tiempos", es decir, cuando Dios "envió" (el texto dice literalmente "envió fuera") a su Hijo "nacido de mujer" y "nacido bajo la ley", es decir, compartiendo también la condición cambiante de la historia. Dios envió a su Hijo al mundo para liberar a los hombres de la esclavitud y recibir la "condición de hijos". Pablo se dirige personalmente a los gálatas y les dice que han recibido la condición de hijos cuando se ha enviado el Espíritu del Hijo al corazón de cada creyente. Así pues, nosotros estamos impregnados del Espíritu de Jesucristo hasta lo más íntimo de nuestro ser. Y el "espíritu de hijos adoptivos" (Rm 8,14ss) grita desde lo más profundo de nuestro corazón: "¡Abbá, Padre!". El Espíritu es la fuerza creadora que hace que seamos capaces de pronunciar este filial grito de oración. La invocación "Padre", que el Espíritu eleva desde lo más profundo de nuestro corazón, demuestra que "ya no somos esclavos, sino hijos". Y el que es hijo es "también heredero". Y todo ello "por voluntad de Dios", no por nuestras obras o nuestros méritos. Los gálatas, conscientes de que han sido liberados de la esclavitud del pecado, no deben volver a las costumbres de antes, no deben retornar a sus tradiciones (que Pablo simboliza con los antiguos ritos paganos). Y el apóstol, recordándoles su pasión apostólica y su amor por ellos, les ruega que no hagan que su trabajo no sea en vano.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.