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Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Vigilia del domingo

Recuerdo de san León Magno, obispo de Roma, que guió la Iglesia en una época difícil. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 10 de noviembre

Recuerdo de san León Magno, obispo de Roma, que guió la Iglesia en una época difícil.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

2Crónicas 21,1-20

Se acostó Josafat con sus padres y fue sepultado con ellos en la ciudad de David. En su lugar reinó su hijo Joram. Joram tenía seis hermanos, hijos de Josafat, que eran Azarías, Yejiel, Zacarías, Azaryau, Miguel y Sefatías. Todos estos eran hijos de Josafat, rey de Israel. Su padre les había hecho grandes donaciones de plata, oro y objetos preciosos, y ciudades fuertes en Judá; pero entregó el reino a Joram, porque era el primogénito. Joram tomó posesión del trono de su padre; y cuando se afianzó en él pasó a cuchillo a todos sus hermanos y también a algunos de los jefes de Israel. 32 años tenía Joram cuando empezó a reinar, y reinó ocho años en Jerusalén. Anduvo por el camino de los reyes de Israel, como había hecho la casa de Ajab, porque se había casado con una mujer de la familia de Ajab, e hizo el mal a los ojos de Yahveh. Pero Yahveh no quiso destruir la casa de David, a causa de la alianza que había hecho con David, porque le había prometido que le daría siempre una lámpara a él y a sus hijos. En sus días se rebeló Edom de bajo la mano de Judá y se proclamaron un rey. Pasó Joram con sus jefes, y con todos sus carros. Se levantó por la noche y batió a los de Edom que le tenían cercado, a él y a los jefes de los carros. Así se rebeló Edom de bajo la mano de Judá hasta el día de hoy. Por ese mismo tiempo se rebeló Libná de bajo su mano, porque había abandonado a Yahveh, el Dios de sus padres. Construyó asimismo altos en los montes de Judá, incitó a la prostitución a los habitantes de Jerusalén y empujó a ella a Judá. Le llegó un escrito del profeta Elías, que decía: "Así dice Yahveh, el Dios de tu padre David: Porque no has seguido los caminos de tu padre Josafat, ni los caminos de Asá, rey de Judá, sino que has andado por los caminos de los reyes de Israel, y has prostituido a Judá y a los habitantes de Jerusalén siguiendo las prostituciones de la casa de Ajab, y también porque has dado muerte a tus hermanos de la casa de tu padre que eran mejores que tú; he aquí que Yahveh castigará con terrible azote a tu pueblo, tus hijos, tus mujeres y toda tu hacienda; tú mismo padecerás grandes enfermedades y una dolencia de entrañas tal, que día tras día se te saldrán fuera a causa de la enfermedad." Excitó Yahveh contra Joram el espíritu de los filisteos y de los árabes, vecinos de los etíopes, que subieron contra Judá y lo invadieron llevándose todas las riquezas que hallaron en la casa del rey, y también a sus hijos y a sus mujeres, no dejándole otro hijo que Ocozías, el menor. Después de todo esto le hirió Yahveh con una enfermedad incurable de vientre. Y al cabo de cierto tiempo, al fin del año segundo, se le salieron las entrañas a causa de su enfermedad, y murió en medio de terribles dolores. El pueblo no le encendió fuego, como lo había encendido por su padre. Tenía 32 años cuando empezó a reinar, y reinó en Jerusalén ocho años. Se fue sin que nadie le llorara; y le sepultaron en la ciudad de David, pero no en los sepulcros de los reyes.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Cronista, después de haber mencionado la muerte de Josafat, narra el triste episodio del hijo primogénito, Joram, que hereda el trono de David. Es el primo rey de Judá que el Cronista valora de manera completamente negativa. Su reino empieza con el terror y la represión contra los posibles pretendientes al trono. Su insaciable sed de poder lo lleva a masacrar a sus hermanos y a algunos príncipes de Israel. El hecho de haberse casado con Atalia, la hija de Ajab, nos induce a pensar que se haya aliado con el reino del Norte, contaminando la pureza mantenida por el padre hasta ese momento. Sin embargo, debido a la alianza pactada con David en favor de su descendencia no cayó sobre su casa una sentencia de destrucción total. Pero la infidelidad de Joram a la fe de sus padres provoca el debilitamiento de su poder político. Es verdad que reacciona contra la rebelión de los edomitas. Pero no obtuvo una victoria completa, consiguió sólo escapar del cerco enemigo. La infidelidad de Joram anula no sólo las reformas de Josafat, sino también las conquistas obtenidas en la política exterior por Josafat y Asa. Joram se comporta de manera completamente opuesta a sus predecesores. Ellos habían eliminado los "altozanos" o por lo menos no los habían construido, mientras Joram sigue edificando otros y así conduce el pueblo a la apostasía, que el Cronista llama "prostitución" (v. 11). En esta ocasión le advierte el profeta Elia a través de una carta que contiene el mensaje del Señor mismo. Dos son los crímenes imputados a Joram: haber seguido los caminos de los reyes del Norte y haber asesinado a sus hermanos, que además eran mejores que él (v. 13). La sentencia divina sería terrible: un gran flagelo caería sobre los miembros de su familia y su hacienda, mientras una enfermedad incurable golpearía al mismo Joram. Y así sucedió. La pérdida de su familia y de su hacienda sucede durante la invasión de los filisteos y los árabes. Los invasores penetran en el corazón de Judá, buscando a la familia real, sin encontrar, aparentemente ninguna resistencia. El único que sobrevive es el hijo menor, Ocozías. El rey perdió la bendición de tener una descendencia. Y, como había dicho el profeta, Joram fue castigado en su cuerpo con una grave enfermedad que duró dos años, y su muerte no fue honrada como la de sus padres. Es el juicio severo para un rey que aleja al pueblo del Señor, empujándolo hacia la idolatría. El declive es inevitable e imparable si no se vuelve de corazón al Señor.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.