ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 17 de noviembre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

2Crónicas 27,1-9

Tenía Jotam veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. Su madre se llamaba Yerusá, hija de Sadoq. Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como lo hizo su padre Ozías, salvo que no penetró en el Templo de Yahveh. El pueblo, sin embargo, seguía corrompiéndose. Construyó la Puerta Superior de la Casa de Yahveh, e hizo muchas obras en los muros de Ofel. Edificó también ciudades en la montaña de Judá, y edificó castillos y torres en las tierras de labor. Hizo guerra contra el rey de los ammonitas, a los que venció. Los ammonitas le dieron aquel año cien talentos de plata, 10.000 cargas de trigo y 10.000 de cebada. Los ammonitas le trajeron lo mismo el año segundo y el tercero. Jotam llegó a ser poderoso, porque se afirmó en los caminos de Yahveh su Dios. El resto de los hechos de Jotam, todas sus guerras y sus obras, están escritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá. Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. Acostóse Jotam con sus padres, y le sepultaron en la Ciudad de David. En su lugar reinó su hijo Ajaz.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

"Hizo lo recto a los ojos del Señor". Con esta afirmación empieza la breve narración del reinado de Jotam. El - nota el Cronista - obedeció a la ley del Señor, como también lo había hecho su padre Ozías. Pero, al contrario de su padre, Jotam no entró en el santuario: respetó los preceptos relativos al culto del templo y no quebró las prerrogativas de los sacerdotes. Al contrario, restauró la puerta del templo, probablemente la llamada Benjamín, para que el templo fuera más digno para el culto del Señor. Y recibió la bendición por ello. Jotam aparece como un buen rey que obedece a Dios y realiza obras útiles para el reino. En este sentido se nombran las obras que hizo en los muros de Ofel, las ciudades que edificó y los castillos y torres que construyó en el territorio del reino. Sus éxitos militares - de los que casi no se habla en habla militarmente - se presentan como fuente de riqueza. Nota el Cronista: "Jotám llegó a ser poderoso, porque se afirmó en los caminos del Siñor, su Dios" (v. 6). La descripción de la muerte y funerales de Jotám como la indicación del sucesor siguen la fórmula tradicional. A diferencia de los reinados de los reyes precedentes que han vivido periodos positivos y negativos, Jotám es completamente positivo, como Salomón. Si los reyes anteriores eran ejemplos que no hay que imitar, el breve relato de la vida de Jotám es una propuesta diferente, mejor a los ojos de la comunidad en la que vive el autor. El verdadero israelita, el verdadero creyente, tanto el rey como el súbdito, es aquel que no antepone nada al amor del Señor, que vive continuamente en su presencia y uniforma sus proyectos a la voluntad de Dios. Jotam no atribuyó los éxitos a su persona, enorgulleciéndose como había hecho su padre, sino que permaneció humilde ante el Señor. Es el ideal propuesto a todos los creyentes, independientemente del lugar que se ocupa en la escala social. Tanto al rey como al último de los ciudadanos - subraya el Cronista - se les pide que obedezcan y den gloria sólo al Señor.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.