ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 16 de marzo


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Primera Corintios 14,26-40

¿Qué concluir, hermanos? Cuando os reunís, cada cual puede tener un salmo, una instrucción, una revelación, un discurso en lengua, una interpretación; pero que todo sea para edificación. Si se habla en lengua, que hablen dos, o a lo más, tres, y por turno; y que haya un interprete. Si no hay quien interprete, guárdese silencio en la asamblea; hable cada cual consigo mismo y con Dios. En cuanto a los profetas, hablen dos o tres, y los demás juzguen. Si algún otro que está sentado tiene una revelación, cállese el primero. Pues podéis profetizar todos por turno para que todos aprendan y sean exhortados. Los espíritus de los profetas están sometidos a los profetas, pues Dios no es un Dios de confusión, sino de paz. Como en todas la Iglesias de los santos, las mujeres cállense en las asambleas; que no les está permitido tomar la palabra antes bien, estén sumisas como también la Ley lo dice. Si quieren aprender algo, pregúntenlo a sus propios maridos en casa; pues es indecoroso que la mujer hable en la asamblea. ¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios? O ¿solamente a vosotros ha llegado? Si alguien se cree profeta o inspirado por el Espíritu, reconozca en lo que os escribo un mandato del Señor. Si no lo conoce, tampoco él es conocido. Por tanto, hermanos, aspirad al don de la profecía, y no estorbéis que se hable en lenguas. Pero hágase todo con decoro y orden.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El apóstol continúa dando indicaciones sobre el modo de comportarse durante las asambleas litúrgicas. La insistencia de Pablo demuestra la elevada consideración que tiene por estas celebraciones. Estas son, de algún modo, el momento en el que la comunidad muestra su rostro más alto. De ahí su preocupación porque todo se desarrolle de manera ordenada. No es en absoluto la intención del apóstol coartar la libertad que nace de los dones del Espíritu, sino recordar a los corintios el orden en las asambleas, que justifica afirmando que «Dios no es un Dios de confusión, sino de paz». Así subraya, una vez más, la primacía de la unidad de la comunidad y del vivir entre los hermanos y las hermanas de forma «ordenada». En ese contexto siente el deber de exhortar a los cristianos a ser profetas, es decir, testigos que saben comunicar con claridad el Evangelio al mundo. Es una exhortación particularmente oportuna en este tiempo en el que cada uno (persona, grupo, etnia, nación) se ve fuertemente tentado a encerrarse en su individualismo, incluso religioso. Las comunidades de discípulos tienen la tarea de comunicar la única palabra, el Evangelio, para que constituya un fermento de unidad para el mundo entero. Pero la vida de la comunidad no significa unanimismo: el apóstol exhorta a manifestar todos los carismas, a no comprimirlos, a no obstaculizarlos. Incluso la cuestión del comportamiento de las mujeres en las asambleas (probablemente Pablo se refiere a las mujeres casadas) debe entenderse a la luz de lo ya dispuesto, es decir, que deben intervenir pero con la cabeza cubierta para que no resulte indecoroso (1 Co 11,5-12). La siguiente indicación (vv. 34-35), de evitar abrir un debate en público, respondía a una actitud de prudencia. El apóstol, no obstante, sabe que la dimensión carismática es algo consustancial a la vida de la Iglesia. Lo que importa es que todo se haga para la edificación común.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.