ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Vigilia del domingo

Recuerdo de los Santos Cirilo y Metodio, padres de la Iglesia Eslava y patrones de Europa. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 14 de febrero

Recuerdo de los Santos Cirilo y Metodio, padres de la Iglesia Eslava y patrones de Europa.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Génesis 3,9-24

Yahveh Dios llamó al hombre y le dijo: "¿Dónde estás?" Este contestó: "Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí." El replicó: "¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?" Dijo el hombre: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí." Dijo, pues, Yahveh Dios a la mujer: "¿Por qué lo has hecho?" Y contestó la mujer: "La serpiente me sedujo, y comí." Entonces Yahveh Dios dijo a la serpiente:
"Por haber hecho esto,
maldita seas entre todas las bestias
y entre todos los animales del campo.
Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás
todos los días de tu vida. Enemistad pondré entre ti y la mujer,
y entre tu linaje y su linaje:
él te pisará la cabeza
mientras acechas tú su calcañar." A la mujer le dijo:
"Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos:
con dolor parirás los hijos.
Hacia tu marido irá tu apetencia,
y él te dominará. Al hombre le dijo: "Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había prohibido comer,
maldito sea el suelo por tu causa:
con fatiga sacarás de él el alimento
todos los días de tu vida. Espinas y abrojos te producirá,
y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan,
hasta que vuelvas al suelo,
pues de él fuiste tomado.
Porque eres polvo y al polvo tornarás." El hombre llamó a su mujer "Eva", por ser ella la madre de todos los vivientes. Yahveh Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de piel y los vistió. Y dijo Yahveh Dios: "¡He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal! Ahora, pues, cuidado, no alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre." Y le echó Yahveh Dios del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde había sido tomado. Y habiendo expulsado al hombre, puso delante del jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Dios no abandona nunca a los hombres, ni siquiera cuando pecan y se alejan de él. Buscó a Adán y Eva, y con afecto preguntó a Adán: “¿Dónde estás?”. Sí, a veces nos escondemos del Señor y de su mirada para encerrarnos en nosotros mismos. Esto ocurre cada vez que vivimos como si Dios no existiera o no fuese nuestro amigo. Pero el Señor continúa preguntándonos también a nosotros, como a Adán, “¿Dónde estás?”, y lo hace cada día. Nos pide no escondernos de su amor. Adán, probablemente consciente del pecado cometido, tuvo miedo, se avergonzó. Comienza así un coloquio entre el hombre, la mujer y Dios. Sucede con mucha frecuencia: a nadie le gusta reconocer su pecado, ni a Adán ni tampoco a ninguno de nosotros. Todos estamos dispuestos a disculparnos, a atribuir la responsabilidad de nuestras acciones y del mal a los demás. Pero Dios sabe lo que ha ocurrido. Sus palabras a la serpiente, a la mujer y al hombre son solo la consecuencia de lo que ha pasado. Es el pecado mismo, el no escuchar a Dios lo que provoca consecuencias dramáticas que marcan la historia de la humanidad y del mundo: la enemistad, el dolor, la fatiga de la vida, incluso la muerte. Sin Dios se muere, sin Dios nos convertimos en enemigos, como les sucederá a Caín y Abel. Pero la intención de Dios no es el castigo de Adán y Eva, el castigo del pecador: Él continúa ocupándose del hombre y la mujer, haciendo por ellos cualquier cosa que pueda cubrir su desnudez. Es el vestido de su amor, que les cubrirá cuando dejen el jardín de la vida con Dios. Quien trata de hacer un dios de sí mismo y de los demás pierde la amistad con Dios, la vida con él. La expulsión del jardín no es otra cosa que la consecuencia de haber elegido vivir para sí mismos, de no vivir más en la obediencia a Dios. ¡Cuántas veces nos excluimos de la amistad con Dios y de una vida con él por seguirnos a nosotros mismos, por seguir a los ídolos y las ilusiones del mundo, por ir detrás de los falsos profetas! Dios deberá mandar a su Hijo Jesús al mundo para poder devolver a los hombres a la vida con él, a su alianza. Por esto, según el apóstol Pablo, Jesucristo es el nuevo Adán: “Así pues, como el delito de uno atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno procura a todos la justificación que da la vida. En efecto, así como por la desobediencia de un hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno todos serán constituidos justos” (Rm 5, 18-19).

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.