ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 7 de marzo


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Miqueas 7,14-15.18-20

Apacienta tu pueblo con tu cayado,
el rebaño de tu heredad,
que mora solitario en la selva,
en medio de un campo feraz
Que pazcan en Basán y Galaad
como en los días de antaño. Como en los días de tu salida del país de Egipto,
hazme ver prodigios. ¿Qué Dios hay como tú, que quite la culpa
y pase por alto el delito del Resto de tu heredad?
No mantendrá su cólera por siempre
pues se complace en el amor; volverá a compadecerse de nosotros,
pisoteará nuestras culpas.
¡Tú arrojarás al fondo del mar
todos nuestros pecados! Otorga fidelidad a Jacob
amor a Abraham,
como juraste a nuestros padres,
desde los días de antaño.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El pasaje de Miqueas que hemos escuchado está extraído de una verdadera liturgia de la esperanza, en la cual se teje un diálogo singular entre Dios e Israel. Al comienzo el profeta suplica al Señor que intervenga en favor de su pueblo y repita los prodigios del Éxodo: "Como cuando saliste del país de Egipto, haznos ver prodigios" (v. 15). Trata de recordarle las razones por las que está obligado a intervenir, aunque hay un motivo de fondo: su misericordia. Y Miqueas compone un himno muy breve pero intenso a la misericordia: "¿Qué Dios hay como tú, que perdone el pecado y absuelva al resto de su heredad? No mantendrá para siempre su cólera pues ama la misericordia" (v. 18). Después, como dirigiéndose al pueblo, el profeta desarrolla una pequeña meditación encaminada a suscitar la esperanza: "Volverá a compadecerse de nosotros " (v. 19) –asegura. Presenta en dos imágenes muy elocuentes el ejercicio de la misericordia por parte de Dios: "Destruirá nuestras culpas" y "Arrojará al fondo del mar todos nuestros pecados" (v. 19). El Señor hará naufragar nuestra iniquidad y nuestros pecados. ¿Cómo no conmoverse –podríamos concluir- ante un amor tan grande, y no dejarnos amar por un Dios tan dispuesto no solo a olvidar sino a destruir nuestros pecados? Dios perdona los pecados de Israel porque se ha comprometido con los "antepasados, desde los días de antaño". Por ello demostrará de nuevo su fidelidad y su benevolencia. Y todo ello aparecerá en su plenitud cuando envíe al Hijo a la tierra, para que cargue directamente sobre sus espaldas todo el peso de los pecados, y con su pasión sobre la cruz los destruya definitivamente. El rostro de Jesús es el rostro de la misericordia que salva.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.