ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 19 de septiembre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Primera Timoteo 6,13-16

Te recomiendo en la presencia de Dios que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que ante Poncio Pilato rindió tan solemne testimonio, que conserves el mandato sin tacha ni culpa hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo, Manifestación que a su debido tiempo hará ostensible el Bienaventurado y único Soberano,
el Rey de los reyes y el Señor de los señores, el único que posee Inmortalidad,
que habita en una luz inaccesible,
a quien no ha visto ningún ser humano ni le puede ver.

A él el honor y el poder por siempre. Amén.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El apóstol llama a Timoteo "hombre de Dios"; una calificación que subraya la pertenencia del discípulo no a sí mismo sino, precisamente, a Dios, a cuyo servicio ha dedicado su vida. El cristiano no puede servir a dos señores: debe elegir a Dios –Timoteo lo hizo– como su único Señor. Y, como si se tratara de una carrera, debe tender a la consecución de las virtudes de la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la esperanza y la humildad. Esta es, pues, la meta que Timoteo debe alcanzar: el perfeccionamiento del hombre interior con todas las virtudes humanas y cristianas. La vida cristiana es como una gran carrera que se hace en virtud de la fe. Y el trofeo que se obtiene es la vida eterna. En su gran benevolencia, Dios mismo –dice Pablo al discípulo– lo llamó a esta vida; y él contestó con una hermosa profesión de fe ante gran número de testigos. Pablo se refiere tal vez al día de su bautismo o al de su consagración presbiterial. Como Timoteo, cada cristiano debe participar en esta carrera: todos estamos llamados a tomar parte en ella y a responder con generosidad. El apóstol se dirige una vez más a Timoteo en presencia de Dios, que da la vida, y de Jesucristo, que bajo Poncio Pilato dio muestra de su amor hasta dar su vida en la cruz, para que sea fiel a las enseñanzas recibidas hasta que Jesús vuelva en el juicio universal. Hay que interpretar aquí el retorno de Cristo como una "epifanía", es decir, como la manifestación plena del amor. Para el cristiano, la primera y más importante tarea debe ser custodiar la fe en un comportamiento evangélico. Nosotros no sabemos cuándo llegará la "Manifestación de nuestro Señor Jesucristo", solo Dios sabe cuándo será "su debido tiempo", pero estamos llamados a estar atentos en la fe y a ser generosos en la caridad. La exhortación del apóstol culmina en una alabanza a Dios: Él está por encima de toda caducidad, vive en una luz inaccesible. Nuestra mente no lo comprende pero la oración nos acerca a Él y nos hace sentir su fuerza y degustar su amor.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.