ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 10 de octubre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Joel 4,12-21

¡Despiértense y suban las naciones
al Valle de Josafat!
Que allí me sentaré yo para juzgar
a todas las naciones circundantes. Meted la hoz,
porque la mies está madura;
venid, pisad,
que el lagar está lleno,
y las cavas rebosan,
tan grande es su maldad." ¡Multitudes y multitudes
en el Valle de la Decisión!
Porque está cerca el Día de Yahveh,
en el Valle de la Decisión. El sol y la luna se oscurecen,
las estrellas retraen su fulgor. Ruge Yahveh desde Sión,
desde Jerusalén da su voz:
¡el cielo y la tierra se estremecen!
Mas Yahveh será un refugio para su pueblo,
una fortaleza para los hijos de Israel. Sabréis entonces que yo soy Yahveh vuestro Dios,
que habito en Sión, mi monte santo.
Santa será Jerusalén,
y los extranjeros no pasarán más por ella. Sucederá aquel día
que los montes destilarán vino
y las colinas fluirán leche;
por todas las torrenteras de Judá
fluirán las aguas;
y una fuente manará de la Casa de Yahveh
que regará el valle de las Acacias. Egipto quedará hecho una desolación,
Edom un desierto desolado,
por su violencia contra los hijos de Judá,
por haber derramado sangre inocente en su tierra. Pero Judá será habitada para siempre,
y Jerusalén de edad en edad. Yo vengaré su sangre, no la dejaré impune,
y Yahveh morará en Sión.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El profeta anuncia la inminencia del día del Señor: "Está cerca el día del Señor" (v. 14). Las palabras de Joel parecen opuestas a las que pronuncia Isaías. Este había anunciado que al final de los tiempos habría un gran cambio en la tierra. Y afirmó: "Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. Un pueblo no levantará más la espada contra otro pueblo, no ejercerán más el arte de la guerra" (Is 2,4). Joel, en cambio, parece invitar a la guerra: “Meted la hoz, porque la mies está madura" (v. 13). Con estas palabras el profeta quiere hablar del tiempo de la decisión, del momento del juicio último. Pero en realidad este tiempo ya ha llegado, es nuestro tiempo. Por eso no podemos vivir la fe de manera automática, como si todo estuviera bien y pudiéramos estar tranquilos. La fe en el Señor de la Biblia, especialmente la fe cristiana, también es decisión, lucha contra el maligno, guerra contra el demonio que es espíritu de división, pero sobre todo es esperar la llegada definitiva del Señor. Jesús dijo: "Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan". Estas palabras son son, evidentemente, una invitación a la violencia, sino a tener en cuenta que ser cristiano comporta un sufrimiento y una lucha, sobre todo contra uno mismo. El enfrentamiento decisivo entre el espíritu de Jesús y el espíritu del demonio se produce en el corazón de cada uno de nosotros. Los discípulos de Jesús ya no pueden aplazar más la decisión de seguir o no el Evangelio. Es decir, ya no podemos aplazar más la decisión de seguir a Jesús. Hemos llegado al final de los tiempos. Y es urgente decidir si vamos a gastar nuestra vida por el Señor.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.