ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 31 de octubre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Romanos 11,1-2.11-12.25-29

Y pregunto yo: ¿Es que ha rechazado Dios a su pueblo? ¡De ningún modo! ¡Que también yo soy israelita, del linaje de Abraham, de la tribu de Benjamín! Dios no ha rechazado a su pueblo, en quien de antemano puso sus ojos. ¿O es que ignoráis lo que dice la Escritura acerca de Elías, cómo se queja ante Dios contra Israel? Y pregunto yo: ¿Es que han tropezado para quedar caídos? ¡De ningún modo! Sino que su caída ha traído la salvación a los gentiles, para llenarlos de celos. Y, si su caída ha sido una riqueza para el mundo, y su mengua, riqueza para los gentiles ¡qué no será su plenitud! Pues no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, no sea que presumáis de sabios: el endurecimiento parcial que sobrevino a Israel durará hasta que entre la totalidad de los gentiles, y así, todo Israel será salvo, como dice la Escritura: Vendrá de Sión el Libertador; alejará de Jacob las impiedades. Y esta será mi Alianza con ellos, cuando haya borrado sus pecados. En cuanto al Evangelio, son enemigos para vuestro bien; pero en cuanto a la elección amados en atención a sus padres. Que los dones y la vocación de Dios son irrevocables.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

En esta tercera reflexión sobre el significado de Israel en la historia de la salvación, Pablo intenta entender cuál es el destino que Dios ha pensado para su pueblo. Aun habiendo afirmado que el verdadero Israel son solo aquellos pocos que han demostrado ser fieles a su Dios aceptando a Jesús como el Mesías, Pablo se plantea el problema de aquellos que no han hecho ese paso tan decisivo. ¿Cabe la posibilidad de que Dios, tras haber elegido a un pueblo formado por judíos y gentiles, haya rechazado al Israel histórico y lo haya abandonado a su destino? El Señor no ha abandonado a "su pueblo", afirma Pablo con fuerza desde el inicio. Su rechazo del anuncio de salvación es un misterio que suscita en él un íntimo sufrimiento. Pero igualmente, ante ese rechazo obstinado que no sabe explicar, el apóstol está seguro de que no se trata de una actitud definitiva. Pablo adivina una misteriosa relación entre el pueblo de Israel y la nueva alianza; es un vínculo lleno de misterio pero indudablemente partícipe de la historia de la salvación. La nueva alianza está vinculada a la primera del mismo modo que el nuevo injerto está vinculado al tronco viejo en el que se injerta. A pesar de todo, los creyentes de la nueva alianza no deben enorgullecerse; al contrario, están llamados a dar gracias por haber sido llamados a la salvación. Pablo termina con un himno a la profundidad de la sabiduría divina que no deja de guiar la historia de los hombres. Y a los romanos les escribe: "No quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, no sea que presumáis de sabios: el endurecimiento parcial que sobrevino a Israel durará hasta que entre la totalidad de los gentiles, y así, todo Israel será salvo". Es una visión profética de la historia que revela una proximidad singular entre el antiguo Israel y los creyentes en Cristo. A estos últimos se les pide siempre que reconozcan la presencia de Dios en la historia humana –el beato Juan XXIII diría, que reconozcan los "signos de los tiempos"– y que actúen para dirigirla hacia su reino de amor y de paz.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.