ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 9 de junio


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Marcos 12,38-44

Decía también en su instrucción: «Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa. Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: «Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de los que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Acaba de finalizar el discurso en el que traza un retrato despiadado de los escribas y de su religiosidad que no les impide «devorar la hacienda de las viudas». Ahora, rodeado por sus discípulos, todavía está en el templo, seguramente sentado en las escaleras que iban del patio de las mujeres al de los israelitas. Desde allí podía ver lo que pasaba frente a la sala del tesoro. Entonces ve a una viuda que va hacia allí. Nadie se percata de ella ni del pequeño gesto que lleva a cabo. Aún hoy sigue pasando lo mismo con las mujeres viudas pobres: nadie les presta atención. Y menos atención merecen aún aquellas pocas monedas que echa furtivamente en el arca del tesoro. En un mundo en el que el mercado parece dictar la ley, ¿qué podía valer aquel gesto? Se podría decir lo mismo de las limosnas. ¿Qué resuelve la limosna? Algunos piensan que incluso es nociva. Estamos realmente alejados del Evangelio. Jesús, que mira en lo profundo, ve a aquella pobre viuda que echa unas monedas y la propone como ejemplo para todos, destacando su grandeza de corazón y su generosidad: «ha echado de lo que necesitaba», no se ha quedado nada para ella. Para Jesús, aquella mujer pobre e indefensa es un modelo de vida para los discípulos de todos los tiempos. Por eso nadie es tan pobre como para no poder ayudar a otro que es más pobre. Lo que importa es el corazón. Y si Dios toca el corazón, este sabe hacer milagros.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.