ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Liturgia del domingo

II después de Navidad
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo

Primera Lectura

Sirácida 24,1-4.8-12

La sabiduría hace su propio elogio,
en medio de su pueblo, se gloría. En la asamblea del Altísimo abre su boca,
delante de su poder se gloría. «Yo salí de la boca del Altísimo,
y cubrí como niebla la tierra. Yo levanté mi tienda en las alturas,
y mi trono era una columna de nube. Entonces me dio orden el creador del universo,
el que me creó dio reposo a mi tienda,
y me dijo: "Pon tu tienda en Jacob,
entra en la heredad de Israel." Antes de los siglos, desde el principio, me creó,
y por los siglos subsistiré. En la Tienda Santa, en su presencia, he ejercido el ministerio,
así en Sión me he afirmado, en la ciudad amada me ha hecho él reposar ,
y en Jerusalén se halla mi poder. He arraigado en un pueblo glorioso,
en la porción del Señor, en su heredad.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.