ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Tobías 4,1-21

Aquel día, se acordó Tobit del dinero que había dejado en depósito a Gabael, en Ragués de Media, y se dijo para sí: «Yo, ya estoy deseando morirme. Así que voy a llamar a mi hijo Tobías y le voy a hablar de este dinero antes de morirme.» Llamó, pues, Tobit a su hijo, que se presentó ante él. Tobit le dijo: «Cuando yo muera, me darás una digna sepultura; honra a tu madre y no le des un disgusto en todos los días de su vida; haz lo que le agrade y no le causes tristeza por ningún motivo. Acuérdate, hijo, de que ella pasó muchos trabajos por ti cuando te llevaba en su seno. Y cuando ella muera, sepúltata junto a mí, en el mismo sepulcro. «Acuérdate, hijo, del Señor todos los días y no quieras pecar ni transgredir sus mandamientos; practica la justicia todos los días de tu vida y no andes por caminos de injusticia, pues si te portas según verdad, tendrás éxito en todas tus cosas, como todos los que practican la justicia. «Haz limosma con tus bienes; y al hacerlo, que tu ojo no tenga rencilla. No vuelvas la cara ante ningún pobre y Dios no apartará de ti su cara. Regula tu limosma según la abundancia de tus bienes. Si tienes poco, da conforme a ese poco, pero nunca temas dar limosna, porque así te atesoras una buena reserva para el día de la necesidad. Porque la limosna libra de la muerte e impide caer en las tinieblas. Don valioso es la limosma para cuantos la practican en presencia del Altísimo. «Guárdate, hijo, de toda impureza y, sobre todo, toma mujer del linaje de tus padres; no tomes mujer extraña que no pertenezca a la tribu de tu padre, porque somos descendientes de profetas. Recuerda, hijo, que desde siempre nuestros padres Noé, Abraham, Isaac y Jacob tomaron mujeres de entre sus hermanos y fueron bendecidos en sus hijos, de modo que su estirpe poseerá la tierra en herencia. Así pues, hijo, ama a tus hermanos; no tengas con tus hermanos, ni con los hijos y las hijas de tu pueblo, corazón soberbio, en orden a tomar para ti mujer de entre ellos; pues la soberbia acarrea la ruina y prolija inquietud; y la ociosidad, bajeza y extrema penuria; porque la ociosidad es madre de la indigencia. «No retengas el salario de los que trabajan para ti; dáselo al momento. Si sirves a Dios serás recompensado. Pon cuidado, hijo, en todas tus acciones y muéstrate educado en toda tu conducta. No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan. No bebas vino hasta emborracharte y no hagas de la embriaguez tu compañera de camino. «Da de tu pan al hambriento y de tus vestidos al desnudo. Haz limosna de todo cuanto te sobra; y no tenga rencilla tu ojo cuando hagas limosna. Esparce tu pan sobre la tumba de los justos, pero no lo des a los pecadores. «Busca el consejo de los prudentes y no desprecies ningún aviso saludable. Bendice al Señor Dios en toda circunstancia, pídele que sean rectos todos tus caminos y que llegen a buen fin todas tus sendas y proyectos. Pues no todas las gentes tienen consejo; es el Señor quien da todos los bienes y, cuando quiere, eleva o abata hasta lo profundo del Hades. Así, pues, hijo, recuerda estos mandamientos y no permitas que se borren de tu corazón. «También quiero decirte que dejé en depósito a Gabael, hijo de Gabrí, en Ragués de Media, diez talentos de plata. No debes preocuparte, hijo, porque seamos pobres. Muchos bienes posees si temes a Dios, huyes de todo pecado y haces lo que es bueno ante el Señor tu Dios.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El autor relata un largo discurso de Tobit al hijo Tobías antes de que emprenda el viaje hacia Ragués, ciudad de la Media, para recuperar los diez talentos de plata que Tobit dejó en depósito a Gabael. Tobit da al hijo una larga serie de consejos que están a mitad de camino entre lo que parece una especie de testamento espiritual y una serie de cuidadosas recomendaciones para el viaje. La primera preocupación (vv. 3-4) se refiere al tema de la muerte y al respeto debido a los padres. Tobit hace un llamamiento a los "trabajos" que pasó Ana por el pequeño Tobías, y tiene miedo, para sí y para su mujer, de permanecer sin sepultura. No podemos dejar de ver en esto una preocupación análoga por el abandono en que se dejan a numerosos ancianos de nuestra sociedad moderna, que alarga la vida pero la vez amenaza con hacerla más amarga a causa de la soledad en que son abandonados. Tobit advierte al hijo de que se acuerde de Dios y que haga el bien. Sólo así tendría éxito. Y, vinculado en cierta forma al recuerdo de Dios, aparece una larga exhortación a la práctica de la limosna. En el fondo, la misma ley deuteronómica considera la limosna como uno de los deberes básicos del judío fiel a la alianza. Posteriormente la limosna adquiere un valor de culto: es uno de los medios privilegiados para expresar la religiosidad de un israelita devoto (en el libro de Tobías, el término "limosna" aparece hasta 22 veces). La limosna, escribe el autor, "libra de la muerte", es decir, salva al hombre del peligro de una muerte triste o prematura (cf. Tb 12, 9; 14, 10-11). Cierto, todavía nos encontramos dentro de la comunidad de Israel y la limosna se dirige a los pobres "fieles a Dios", pero la urgencia por realizarla es como un hilo conductor que atraviesa toda la Escritura. Jesús mismo hablará de ello con extraordinaria fuerza. Y no hay duda de que estas páginas de la Escritura interrogan a los cristianos de hoy con gran fuerza, a la vista también de la poca consideración que se tiene hoy por la limosna, en favor de una duda sobre una intervención más eficaz. Tobit recomienda después a Tobías que encuentre a una mujer israelita para evitar el peligro de la idolatría. A continuación prosiguen consejos relativos a un comportamiento justo, como dar el justo salario a los obreros, evitar la soberbia y la pereza así como emborracharse. Y, por último, saber pedir consejos. El discurso concluye con una invitación a bendecir al Señor en toda circunstancia y a confiar siempre en Él.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.