ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Tobías 8,1-9

Cuando acabaron de comer y beber, decidieron acostarse, y tomando al joven le llevaron al aposento. Recordó Tobías las palabras de Rafael y, tomando el hígado y el corazón del pez de la bolsa donde los tenía, los puso sobre las brasas de los perfumes. El olor del pez expulsó al demonio que escapó por los aires hacia la región de Egipto. Fuese Rafael a su alcance, le ató de pies y manos y en un instante le encadenó. Los padres salieron y cerraron la puerta de la habitación. Entonces Tobías se levantó del lecho y le dijo: «Levántate, hermana, y oremos y pidamos a nuestro Señor que se apiade de nosotros y nos salve.» Ella se levantó y empezaron a suplicar y a pedir el poder quedar a salvo. Comenzó él diciendo: ¡Bendito seas tú, Dios de nuestros padres,
y bendito sea tu Nombre
por todos los siglos de los siglos!
Bendígante los cielos,
y tu creación entera,
por los siglos todos. Tú creaste a Adán, y para él creaste
a Eva, su mujer, para sostén y ayuda,
y para que de ambos proviniera la raza de los hombres.

Tú mismo dijiste:
No es bueno que el hombre se halle solo;
hagámosle una ayuda semejante a él.
Yo no tomo a esta mi hermana
con deseo impuro,
mas con recta intención.
Ten piedad de mí y de ella
y podamos llegar juntos
a nuestra ancianidad. Y dijeron a coro: «Amén, amén.» Y se acostaron para pasar la noche. Se levantó Ragüel y, llamando a los criados que tenía en casa, fueron a cavar una tumba,

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Terminada la cena en casa de Ragüel, los dos jóvenes esposos fueron a la cámara nupcial. Tobías, acordándose de las palabras del ángel Rafael, tomó el hígado y el corazón del pez y los quemó en las brasas. En este momento Asmodeo abandonó aquel lugar y huyó lejos, a las remotas regiones de Egipto. Aquí, alcanzado por Rafael, es encadenado. Es la imagen del combate continuo entre el bien y el mal. A través de la obra del ángel, el autor muestra la victoria sobre el mal. En este caso podríamos decir que el Señor libera el amor de ese egocentrismo que lleva a encerrarse y a satisfacer sólo a uno mismo sin tener en cuenta al otro. Esta victoria sobre el instinto de vivir sólo para uno mismo ocurre sólo a través de la obediencia a la palabra del ángel, quien, por su parte, atará la fuerza del mal. Por tanto, Tobías y Sarra se ponen a rezar. Es la tercera oración que aparece en el libro y es la única en toda la Sagrada Escritura que atañe a una pareja de esposos. Podría ser el icono bíblico de la oración de los esposos. Se abre con una triple bendición dirigida a Dios y continúa con una evocación explícita del texto del libro del Génesis sobre el matrimonio (Gn 2, 18-25). Tobías manifiesta a Dios su deseo de tomar a Sarra como esposa, no tanto por pasión como por verdad. Él escoge el matrimonio no para su satisfacción, sino para cumplir la "verdad" escondida en el corazón de cada hombre y que las palabras del Génesis resumen con las palabras recordadas: "No es bueno que el hombre se halle solo". La vocación del hombre no es la soledad sino la comunión, a partir de la familiar. La oración concluye con la súplica a Dios para que les conceda su misericordia y los acompañe durante toda su vida: "Ten piedad de mí y de ella y podamos llegar juntos a nuestra ancianidad". Y juntos -Sara une aquí su voz a la de Tobías- concluyeron: "Amén, amén". Terminada la oración los dos esposos se durmieron y sellaron su matrimonio con su unión, realizando cuanto está escrito en el Génesis: "Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne" (Gn 2, 24). La comunión, incluso la matrimonial, exige una ruptura con el pasado para unirse con quien el Señor nos concede como compañía.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.