ORACIÓN CADA DÍA

Oración por los enfermos
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración por los enfermos


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 6,6-11

Sucedió que entró Jesús otro sábado en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha seca. Estaban al acecho los escribas y fariseos por si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. Pero él, conociendo sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la mano seca: «Levántate y ponte ahí en medio.» El, levantándose, se puso allí. Entonces Jesús les dijo: «Yo os pregunto si en sábado es lícito hacer el bien en vez de hacer el mal, salvar una vida en vez de destruirla.» Y mirando a todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano.» El lo hizo, y quedó restablecida su mano. Ellos se ofuscaron, y deliberaban entre sí qué harían a Jesús.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Evangelio de Lucas continúa la controversia sobre el sábado. Estamos todavía en una sinagoga, precisamente en sábado, y Jesús, como de costumbre, se pone a enseñar. Está presente también un hombre que no puede trabajar porque tiene la mano derecha paralizada. En él podemos ver a todos aquellos que hoy quedan excluidos del trabajo, ya sea porque están enfermos o porque no tienen trabajo. Los fariseos presentes tal vez esperan el milagro, no para alegrarse por la curación, sino para acusar a Jesús. Son como todos los que no ponen en el centro del trabajo al hombre, sino sólo el beneficio, sin ninguna otra preocupación. Cabe recordar que en Italia se producen cada año más de un millón de accidentes laborales con más de mil muertos. Jesús llama a aquel hombre para que se ponga en el centro; no es tanto el centro físico sino el centro de atención. Finalmente, aquel hombre está en el centro de la atención de todos. Ha hecho falta que interviniera Jesús. Y Jesús, con una orden tajante, como si quisiera indicar la decisión que hay que tener en estos casos, le dice a aquel hombre: "Extiende tu mano". Y aquel hombre descubre que ha sido curado. Parece resonar el eco de las palabras de Dios en los días de la creación, cuando el mundo iba tomando forma poco a poco. Aquel sábado Jesús continuaba la obra de la creación devolviendo a aquel hombre la fuerza para trabajar. Dar hoy trabajo a los desocupados significa curar a muchos de la tristeza y de la desesperación. Defender la dignidad de quien trabaja y no convertirlo en un peón del beneficio significa curar una situación inhumana. Cada vez que el hombre puede trabajar con dignidad se pueden repetir las palabras que leemos en el Génesis: "Y vio Dios que estaba bien". Sólo los ciegos de corazón, como los fariseos de ayer y de hoy, pueden entristecerse.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.