ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de María, madre de Jesús, que sufre bajo la cruz, y de todos aquellos que viven la compasión con quien está crucificado, solo, condenado.
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de María, madre de Jesús, que sufre bajo la cruz, y de todos aquellos que viven la compasión con quien está crucificado, solo, condenado.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 7,31-35

«¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: "Os hemos tocado la flauta,
y no habéis bailado,
os hemos entonando endechas,
y no habéis llorado." «Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: "Demonio tiene." Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores." Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Las palabras evangélicas expresan un juicio duro sobre la generación que no comprendía ni al Bautista ni al Hijo del hombre. Más adelante Jesús acusará: "¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros y habré de soportaros?" (Lc 9, 41). También Pedro, saliendo del Cenáculo el día de Pentecostés, dijo a los que escuchaban: "Poneos a salvo de esta generación perversa" (Hch 2, 40). No se trata de una toma de posición pesimista por parte de Jesús y de Pedro, sino más bien de reconocer que aquella generación es ciega y no comprende los "signos de los tiempos", es decir, los signos de Dios y de Su salvación que están escritos en la historia humana. En nuestra generación de este inicio de milenio, a causa, entre otras, de la crisis moral y de ideas, fácilmente nos cerramos en nosotros mismos y en nuestros pequeños horizontes hasta el punto de que hacemos oídos sordos a las palabras del Evangelio, a las exhortaciones, a la esperanza. En definitiva, estamos tan dominados por nosotros mismos y por nuestros miedos que no somos capaces de ver más allá de lo que es nuestro. Nada nos parece bien. Jesús, desconsolado, dice a quien le escucha que vino Juan, que hacía penitencia, y fue acusado de tener un demonio; vino él, que comía y bebía, y fue acusado de ser un comilón. En definitiva, no nos está bien ni una cosa ni la otra. Y terminamos por asumir actitudes irritadas o rezongonas, pero sólo porque queremos defendernos a toda costa a nosotros mismos.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.