ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Apocalipsis 7,1-8

Después de esto, vi a cuatro Ángeles de pie en los cuatro extremos de la tierra, que sujetaban los cuatro vientos de la tierra, para que no soplara el viento ni sobre la tierra ni sobre el mar ni sobre ningún árbol. Luego vi a otro Ángel que subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo; y gritó con fuerte voz a los cuatro Ángeles a quienes se había encomendado causar daño a la tierra y al mar: «No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.» Y oí el número de los marcados con el sello: 144.000 sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel. De la tribu de Judá 12.000 sellados; de la tribu de Rubén 12.000; de la tribu de Gad 12.000; de la tribu de Aser 12.000; de la tribu de Neftalí 12.000; de la tribu de Manasés 12.000; de la tribu de Simeón 12.000; de la tribu de Leví 12.000; de la tribu de Isacar 12.000; de la tribu de Zabulón 12.000; de la tribu de José 12.000; de la tribu de Benjamín 12.000 sellados.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Al abrir este sello, el apóstol tiene una nueva visión: cuatro ángeles que están en los respectivos ángulos de la tierra (la visión antigua concebía una tierra cuadrangular) para detener los vientos. Es como si detuvieran el estallido del día de la "gran ira". Y entonces aparece otro ángel, el del sello, que viene de Oriente, y que atrasa el "final". Podríamos decir que la misericordia de Dios atrasa el "final" para salvar de la obra destructora causada por los malvados a aquellos que están destinados a ser salvados. Antes del "final", el Señor envía al ángel a marcar en la frente con su signo a aquellos que deberán salvarse: los marca con la "tau", la última letra del alfabeto hebreo, que normalmente hacía las veces de firma. Era la "firma" de Dios sobre sus hijos; el poder del mal no podía tocarlos. En ese sentido profetizó también Ezequiel cuando recuerda el signo (la "tau" o cruz) con que se marcó a los israelitas que no se habían sometido a la idolatría en el momento trágico de la destrucción de Jerusalén (Ez 9, 4) y que, de ese modo, fueron salvados. Juan ve a un primer grupo de personas que hay que "marcar". Provienen todas de las doce tribus de Israel. La cifra total de ciento cuarenta y cuatro mil es simbólica, y significa totalidad, perfección, plenitud. Podríamos comparar este primer grupo al pueblo de la primera alianza: Dios lo ha elegido como suyo para siempre. Es el misterio de la salvación del pueblo de Israel. En esa perspectiva podemos ver juntos, cristianos y judíos, la espera del Mesías que nos salva del poder del Mal y nos introduce en el cielo de la paz plena y definitiva.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.