ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias

Memoria de Jesús crucificado

Recuerdo de san Cirilo, obispo de Jerusalén. Oración por Jerusalén y por la paz en Tierra Santa Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado

Recuerdo de san Cirilo, obispo de Jerusalén. Oración por Jerusalén y por la paz en Tierra Santa


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Mateo 5,20-26

«Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. «Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego. Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El pasaje evangélico de Mateo que hemos escuchado hay que situarlo en el contexto del gran discurso de la montaña. Jesús acaba de decir que ha venido a completar la ley, no a abolirla. Esto significa que Él no se aparta de la ley, sino que capta en ella el pensamiento profundo de Dios, su mismo corazón. La justicia de la que habla Jesús, por tanto, no consiste en un igualitarismo exterior, por otra parte imposible, sino en la realización del amor sin límites de Dios. De hecho, añade con una severa advertencia: "Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos". Ser bueno como los fariseos -quiere decir Jesús- vale tanto como no serlo en absoluto, y lo explica con palabras que nadie se ha atrevido a decir antes, y que nadie ha escuchado si no del Evangelio. Comienza retomando el quinto mandamiento: "Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal". Jesús no propone una nueva casuística (con el añadido de las otras dos situaciones, llamar al hermano imbécil y renegado), o una nueva praxis jurídica, sino una forma nueva de entender las relaciones entre los hombres. Jesús afirma que el amor es el cumplimiento de la ley. Es necesario, por tanto, pasar de un precepto en negativo (no encolerizarse, no llamar imbécil, no matar) a lo positivo de la amistad. El amor es la fuerza nueva que Jesús ha venido a donar a los hombres, llegando a decir que el ejercicio del amor tiene un valor tan alto que su falta obligaría a interrumpir incluso el acto supremo del culto. La "misericordia" vale más que el "sacrificio"; el culto, como relación con Dios, no puede prescindir de una relación de amor con los hombres, y es el amor el que debe dirigir nuestras acciones. Por ello Jesús aconseja ponerse de acuerdo antes que ir a los tribunales. No se trata solo de la conveniencia de no acabar en prisión, sino de un estilo fraterno que supera la pura observancia legal.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.