ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 5,33-39

Ellos le dijeron: «Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y recitan oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben.» Jesús les dijo: «¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán en aquellos días.» Les dijo también una parábola: «Nadie rompe un vestido nuevo para echar un remiendo a uno viejo; de otro modo, desgarraría el nuevo, y al viejo no le iría el remiendo del nuevo. «Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino nuevo reventaría los pellejos, el vino se derramaría, y los pellejos se echarían a perder; sino que el vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos. Nadie, después de beber el vino añejo, quiere del nuevo porque dice: «El añejo es el bueno.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Todos nosotros conocemos la experiencia de buscar reglas y disposiciones claras que seguir, aunque sean severas, pero que nos ahorren el cansancio y la responsabilidad de comprender lo que el Señor quiere de nosotros. Por eso los fariseos alaban a los discípulos del Bautista, porque ayunan y recitan oraciones, mientras que condenan a los discípulos de Jesús porque aceptan que les inviten a comer y a beber sin preocuparse de lo que hacen los demás. Jesús responde que los discípulos hacen fiesta porque han encontrado al salvador de su vida; una fiesta que, de tan hermosa, la compara con la celebración de unas bodas. Llegará el momento en el que el novio "les será arrebatado" -es la primera vez que el evangelista alude a la muerte violenta de Jesús- y entonces sus discípulos vivirán momentos difíciles y dolorosos y ayunarán; no podrán hacer fiesta, sin duda. Y con dos imágenes, Jesús ilustra lo que acaba de decir. Con la primera afirma: "Nadie rompe un vestido nuevo para echar un remiendo a uno viejo, porque, si lo hace, desgarrará el nuevo, y al viejo no le irá el remedio del nuevo". Es decir, de ese modo se desgarra el nuevo y no se arregla el viejo. Y con la segunda dice: "Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; porque, si lo hace, el vino nuevo reventará los pellejos, el vino se derramará, y los pellejos se echarán a perder". También en este caso el daño es doble: resultan dañados tanto el vino como los pellejos. Las dos imágenes ilustran con mucha eficacia la novedad del mensaje evangélico: el amor de Jesús no se puede recluir en esquemas rituales propios de los fariseos ni en una actitud exterior que también los discípulos pueden mostrar. El Evangelio del amor tiene una fuerza desgarradora que nuestros egocentrismos no pueden contener, ni tampoco nuestras perezas, nuestros esquemas puramente exteriores, nuestras fórmulas con las que a veces nos enfrentamos incluso al Espíritu. El Evangelio del amor requiere siempre un corazón nuevo, es decir, un corazón que se convierte, una mente que escucha y se deja guiar por Dios. La obstinación en nuestras ideas y en nuestras tradiciones nos ciega: hace que nos amemos más a nosotros mismos que la novedad del Evangelio, hasta el punto de decir que "lo añejo es lo bueno", es decir, que preferimos siempre nuestro yo y nuestras costumbres a la novedad del Evangelio.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.