ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias

Memoria de Jesús crucificado

Recuerdo de san Jerónimo, doctor de la Iglesia, que murió en Belén el 420. Tradujo la Biblia al latín. Oración para que la voz de la Escritura se oiga en toda lengua. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado

Recuerdo de san Jerónimo, doctor de la Iglesia, que murió en Belén el 420. Tradujo la Biblia al latín. Oración para que la voz de la Escritura se oiga en toda lengua.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 10,13-16

«¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! «Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El pasaje evangélico forma parte de las instrucciones de Jesús a los setenta y dos discípulos, que escuchamos ayer. Jesús acaba de exhortar a los discípulos a ir por todas las ciudades a predicar el Evangelio. Añade, además, que si alguna de ellas no acoge su predicación deben abandonarla sacudiéndose incluso el polvo que se les ha pegado a los pies. Llegados a este punto, Jesús se dirige directamente a Corazín y Betsaida, dos ciudades de Galilea, a las que amenaza con arruinarlas. Aquellas ciudades, a pesar de la predicación de Jesús y de los numerosos milagros que llevó a cabo allí, no cambiaron ni su vida ni sus comportamientos pecaminosos. A aquellas ciudades añade también Cafarnaún, la ciudad que había elegido como su nueva residencia junto al grupo de los Doce. Esta ciudad, a pesar de haber recibido este trato de privilegio, no correspondió el amor que había recibido, y continuó mostrándose sorda e ingrata, continuó viviendo de manera disoluta y corrupta. En lugar de ser exaltada será hundida y humillada. Son palabras durísimas que provocan impresión. Pero al mismo tiempo manifiestan la seriedad del mensaje evangélico. Además, Jesús dio su propia vida para comunicar la salvación. Quien no la acoge, e incluso la rechaza, prepara su propia perdición. Incluso Tiro y Sidón -afirma Jesús- se habrían convertido al oír las palabras y al ver cuanto sucedía aquellos días. Es una severa exhortación también para nosotros hoy. No dejemos predicar en vano el Evangelio. Todavía hoy son verdaderas las palabras conclusivas: "quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza". Toda palabra predicada viene de las alturas. Es una responsabilidad para quien predica y para quien escucha.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.