ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias

Memoria de Jesús crucificado

Recuerdo de san Calixto papa (+ 222). Amigo de los pobres, fundó la casa de oración sobre la que se erigió Santa Maria in Trastevere. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado

Recuerdo de san Calixto papa (+ 222). Amigo de los pobres, fundó la casa de oración sobre la que se erigió Santa Maria in Trastevere.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 12,1-7

En esto, habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse unos a otros, se puso a decir primeramente a sus discípulos: «Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse. Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados. «Os digo a vosotros, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Os mostraré a quién debéis temer: temed a Aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, os repito: temed a ése. «¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de ellos está olvidado ante Dios. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; valéis más que muchos pajarillos.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El pasaje evangélico de hoy, una vez más, habla de miles de personas que se agolpan alrededor de Jesús hasta el punto de "pisarse unos a otros". Eran hombres y mujeres que necesitaban ayuda y que buscaban una vida mejor. Finalmente habían encontrado a una persona en la que confiar, en la que depositar su confianza y su esperanza. Había llegado su verdadero pastor. Jesús los previene en seguida de los falsos pastores o mejor dicho de la levadura de la hipocresía que hacía insoportable y peligroso el maestrazgo de los fariseos. La religiosidad de los fariseos a los que acusaba Jesús estaba formada únicamente por exterioridad; el corazón no participaba en nada. Una religiosidad de ese tipo contamina, como una levadura mala, toda la vida. Pero llegará el momento -dice Jesús- en el que todo saldrá a la luz y se verá el vacío y la tristeza de quien ha construido su vida con un corazón sin amor y sin misericordia que muestra su orgullo e intenta salvarse a sí mismo. La situación de los discípulos que escuchan y siguen al maestro, sin embargo, es otra: "Os digo a vosotros, amigos míos: no temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más... Temed a Aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna". Jesús introduce aquí una distinción preciosa. El cuerpo puede morir, pero existe un "después". El discípulo está llamado a reflexionar sobre este "después". El "después" -sugiere Jesús- está ligado al "corazón", es decir, a la vida interior, a aquel "lugar" en el que se produce el encuentro con Dios, o bien -y sería una decisión dramática- el encuentro con aquel que puede "arrojar a la gehenna". En las palabras de Jesús no hay ningún desprecio del cuerpo; ¡cuántas curaciones llevó a cabo! Pero no hay duda de que la atención que ponemos en convertir el corazón es bien poco en comparación a lo que prestamos a nuestro cuerpo, a nuestro bienestar material. A veces por este bienestar exterior vendemos incluso el alma. Jesús nos recuerda que el Padre que está en los cielos se ocupa de nosotros mucho más que de los pajarillos, y tiene contados todos los cabellos de nuestro cuerpo. Ocupémonos del corazón y de su crecimiento en el amor.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.