ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Señor

Recuerdo de San Nicolás (+350), obispo en Asia Menor (actual Turquía). Es venerado en todo Oriente. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor

Recuerdo de San Nicolás (+350), obispo en Asia Menor (actual Turquía). Es venerado en todo Oriente.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cantar de los Cantares 3,6-11

¿Qué es eso que sube del desierto,
cual columna de humo
sahumado de mirra y de incienso,
de todo polvo de aromas exóticos? Ved la litera de Salomón.
Sesenta valientes en torno a ella,
la flor de los valientes de Israel: todos diestros en la espada,
veteranos en la guerra.
Cada uno lleva su espada al cinto,
por las alarmas de la noche. El rey Salomón
se ha hecho un palanquín
de madera del Líbano. Ha hecho de plata sus columnas,
de oro su respaldo,
de púrpura su asiento;
su interior, tapizado de amor
por las hijas de Jerusalén. Salid a contemplar,
hijas de Sión,
a Salomón el rey,
con la diadema con que le coronó su madre
el día de sus bodas,
el día del gozo de su corazón.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Nos encontramos en el cuarto poema del Cantar. Una voz fuera del campo, quizá el coro, entona un canto nupcial que describe el cortejo de la "litera de Salomón". El cortejo avanza por el desierto hacia Jerusalén mientras una "columna de humo" que desprende olores de "sahumado de mirra y de incienso", pone en evidencia el camino. Es inmediata la evocación del éxodo, aquellos cuarenta años durante los que el Señor educó a su pueblo para que lo reconociera como su liberador. Ha sido un tiempo de recíproco conocimiento entre el Señor y su pueblo. La columna de humo, de la que hablan las Escrituras, iluminaba el camino por la noche mientras que por el día, convirtiéndose como en una nube, impedía al enemigo perseguir al pueblo de Israel. La voz invita al lector a escrutar mejor ese cortejo: "Es la litera de Salomón", dice. Y después muestra la extraordinaria escolta: "escoltada por sesenta valientes, la flor de los valientes de Israel". Si con la columna de humo se evoca el éxodo, con la "litera" se evoca el Templo, el lugar de la presencia de Dios. Para nosotros los cristianos, el nuevo Salomón es Jesús y el nuevo templo es la Iglesia, la comunidad de creyentes. El autor sagrado recuerda que la "litera de Salomón" está construida con todas las atenciones: "con madera del Líbano" y con plata y oro, con púrpura y bordados preciosos. Todo "su interior, tapizado con amor", subraya la voz del cantor. Podemos aplicar estas palabras a la Iglesia, fruto del amor de Dios que la ha bordado con sus propias manos. ¿Cómo no asombrarse de este bordado de amor? Nos empuja a mirar con estupor este bordado de Dios que es la Iglesia, un bordado para su propio Hijo. No nos encontramos ante una obra de hombres, sino ante un misterio que nos abre a Dios mismo. Las palabras del Cantar nos empujan a salir de una mentalidad mezquina y mundana, a no detenernos ante criterios humanos, para ver el misterio que es la Iglesia. Esta sólo se puede contemplar en unión con el esposo: "Salid a contemplar, muchachas de Sión, al rey Salomón,... el día de su boda, gozo de su corazón". Sí, sólo teniendo los ojos y el corazón de Jesús es posible comprender, o al menos intuir, el tesoro de amor que la Iglesia representa ante todo para Jesús. Él es el primer "amante" de la Iglesia: ha dado su vida por ella hasta la muerte en cruz. Y la ha coronado de gloria: "Salid a contemplar ... al rey Salomón con la diadema con que su madre lo coronó". Para nosotros la litera, la comunidad de creyentes, permanece como el lugar precioso donde podemos encontrar descanso, reposo y consuelo"

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.