ORACIÓN CADA DÍA

Oración del tiempo de Navidad
Palabra de dios todos los dias

Oración del tiempo de Navidad

Recuerdo de san Esteban, diácono, protomártir. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración del tiempo de Navidad
Lunes 26 de diciembre

Recuerdo de san Esteban, diácono, protomártir.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra
a los hombres de buena voluntad.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 10,17-22

Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. «Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Aleluya, aleluya, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Comienza hoy el tiempo litúrgico de Navidad. Acabamos de celebrar el santo misterio del nacimiento de Jesús. El Señor Dios se ha hecho niño para salvarnos. La liturgia quiere que hoy contemplemos el nacimiento al cielo del primer mártir cristiano. Es el fruto maduro de la predicación del amor evangélico, aquel amor que llevó al Hijo a dejar el cielo para venir sobre la tierra. En estos días, a partir de hoy, a través de la memoria de diferentes testigos, la Iglesia nos muestra cuál es el fin de la encarnación del Hijo de Dios. Él ha descendido a la tierra para llevar a los hombres al cielo del amor sin fin. El pasaje evangélico que la liturgia nos hace leer en este recuerdo de San Esteban forma parte del discurso misionero de Jesús a los Doce. Los discípulos comprenden inmediatamente las palabras del Maestro: "Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos". Sin embargo, no debían preocuparse. Él estaría con ellos y su Espíritu les sostendría. Esteban es el primero de los mártires, el primer cordero que es sacrificado a imitación del Maestro. Condiscípulo de Pablo en la escuela de Gamaliel, Esteban se unió a la predicación de los Apóstoles y fue después elegido uno de los siete diáconos para el servicio de la caridad. Estaba "Lleno de gracia y de poder, realizaba entre el pueblo grandes prodigios y señales", narran los Hechos. No podía callarse el Evangelio que había recibido y que le había cambiado la existencia. Y no se rindió cuando las oposiciones y la violencia empezaron a abatirse sobre él como consecuencia de su nueva vida. Tampoco se dejó intimidar por las oposiciones. Fuerte de la fe continuó dando testimonio del Evangelio hasta el derramamiento de la sangre. Siguiendo el ejemplo de su Maestro, mientras era lapidado pidió a Dios que acogiera su espíritu y perdonara a sus perseguidores. Esteban, convertido en el primer mártir de la historia cristiana, conduce el cortejo de todos los que, en todo lugar y en todo tiempo, han dado testimonio y siguen dando testimonio del Evangelio hasta el sacrificio extremo de la vida. Todos ellos, que han "visto los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios", están hoy en el cielo y ven a Dios, "cara a cara". A nosotros nos dejan un precioso ejemplo de cómo escuchar el Evangelio para seguir a Jesús. Ellos nos confirman que sin "heroicidad", no es posible seguir el Evangelio.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.