ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 9 de enero


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Proverbios 1,1-7

Proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel: para aprender sabiduría e instrucción,
para entender los discursos profundos, para alcanzar instrucción y perspicacia,
- justicia, equidad y rectitud -, para enseñar a los simples la prudencia,
a los jóvenes ciencia y reflexión, Que atienda el sabio y crecerá en doctrina,
y el inteligente aprenderá a hacer proyectos. para descifrar proverbios y enigmas,
los dichos de los sabios y sus adivinanzas. El temor de Yahveh es el principio de la ciencia;
los necios desprecian la sabiduría y la instrucción.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Nos encontramos al comienzo de este libro que reúne las reflexiones sapienciales de diferentes siglos. Se atribuye a Salomón, igual que el Cantar de los Cantares y el libro de la Sabiduría. Es así porque Salomón es el sabio por antonomasia, es decir, el que sabe descubrir y mostrar las leyes que regulan el cosmos y la vida humana, como nos relata de forma amplificada el Primer libro de los Reyes (5, 9-14). Todo el sentido de la reflexión que atraviesa el libro por completo se podría resumir en el último versículo: "El temor del Señor es el principio del conocimiento; los necios desprecian la sabiduría y la instrucción". El autor pone toda la reflexión humana bajo la autoridad del "temor del Señor". "Temor" no es miedo, sino reconocimiento de la dependencia del hombre hacia Dios, del que viene toda sabiduría, que se adquiere sin embargo no de forma mecánica o por herencia, sino mediante la instrucción. La tarea del sabio consiste en la capacidad de penetrar los secretos de la naturaleza y de la vida para identificar aquel orden que el Señor ha puesto ahí, y para permitir al hombre adecuarse a ello: "El sabio escucha y aumenta su saber y el inteligente adquiere destreza". El sabio acepta el esfuerzo de la búsqueda, que no es adquisición de una vez para siempre. En este sentido hay una laicidad en la reflexión sapiencial, que pone una gran confianza en la capacidad del hombre de discernir las leyes que regulan el universo. Precisamente en estos primeros versículos se insiste sobre la necesidad de realizar el esfuerzo de comprender: conocer, comprender, adquirir, descifrar, dar a conocer, son las peticiones hechas a quien se dispone a leer este libro. La fe no es una simple adhesión a verdades establecidas, sino que pide a cada uno el compromiso de crecer en la comprensión, para que la fe se convierta en cultura de la vida. Si lo preferimos, el sabio de los Proverbios quiere que nos fundamentemos en un esfuerzo continuo para acrecentar el saber y el conocimiento, para que nuestra fe pueda contribuir al progreso y al desarrollo cultural. La búsqueda sapiencial muestra la libertad que Dios ha dejado al hombre, para que se oriente mediante el estudio en la complejidad del universo, nunca suficientemente conocida.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.