ORACIÓN CADA DÍA

Oración por los enfermos
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración por los enfermos
Lunes 6 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Proverbios 14,20-35

Incluso a su vecino es odioso el pobre,
pero son muchos los amigos del rico. Quien desprecia a su vecino comete pecado;
dichoso el que tiene piedad de los pobres. ¿No andan extraviados los que planean el mal?;
amor y lealtad a los que planean el bien. Todo trabajo produce abundancia,
la charlatanería sólo indigencia. Corona de los sabios es la riqueza,
la necedad de los insensatos es necedad. Salvador de vidas es el testigo veraz,
quien profiere mentira es un impostor. El temor de Yahveh es seguridad inexpugnable;
sus hijos tendrán en él refugio. El temor de Yahveh es fuente de vida,
para apartarse de las trampas de la muerte. Pueblo numeroso, gloria del rey;
pueblo escaso, ruina del príncipe. El tardo a la ira tiene gran prudencia,
el de genio pronto pone de manifiesto su necedad El corazón manso es vida del cuerpo;
la envidia es caries de los huesos. Quien oprime al débil, ultraja a su Hacedor;
mas el que se apiada del pobre, le da gloria. El malo es derribado por su propia malicia,
el justo en su integridad halla refugio. En corazón inteligente descansa la sabiduría,
en el corazón de los necios no es conocida. La justicia eleva a las naciones,
el pecado es la vergüenza de los pueblos. El favor del rey para el siervo prudente;
y su cólera para el que le avergüenza.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La sabiduría es también simplemente poner en evidencia comportamientos cuyo juicio le corresponde al lector. En el versículo 20, por ejemplo, leemos: "Aun al compañero le es odioso el pobre (mejor traducir "mísero" que "pobre"), el rico tiene muchos amigos". Es una constatación que también nosotros podemos compartir. Los míseros a veces se combaten entre sí mismos, mientras que los ricos atraen a muchos amigos. En efecto, la miseria vuelve amarga la vida y difíciles las relaciones, la riqueza atrae por los intereses que crea. La sabiduría puede ser para todos la verdadera riqueza, porque la necedad no produce más que locura: "Corona de sabios es su riqueza, diadema de necios, su insensatez". En esto no hay distinción entre pobres y ricos. Todos pueden adquirirla. Dos veces se hace referencia a un sentimiento importante que a veces parece estar desaparecido de los comportamientos habituales: la piedad. En el versículo 21: "Quien desprecia a su prójimo peca, dichoso el que se apiada de los pobres", y en el 31: "Quien oprime al pobre ultraja a su Creador; quien se apiada del indigente le da gloria", en ambos la piedad es requerida ante los pobres. Quien tiene piedad es dichoso, feliz. "Bienaventurados los pobres", proclamarán las bienaventuranzas. Por tanto, se podría decir: dichosos los que los aman y sienten misericordia de ellos. Esos participan en la misma situación de felicidad. ¿No es quizá lo que siente cada uno de nosotros cuando se hace amigo de un pobre o trata de ayudarle en sus dificultades? El texto añade algo más profundo: tener piedad del pobre tiene que ver con Dios, no es sólo un acto de piedad ante él. En la preocupación por el pobre se realiza la creación, porque se honra a Dios, mientras que si se le oprime se ofende al Señor. ¡Esta es también la sabiduría! Al final otras dos veces se habla del "temor del Señor", que ya hemos visto cómo es considerado el principio de la sabiduría. (vv. 26-27): "El temor del Señor es firme confianza que dará seguridad a los hijos. El temor del Señor es fuente de vida que libra de los lazos de la muerte". No de nuestras razones y certezas, sino del temor del Señor es de donde viene la fuerza junto a la vida. El temor del Señor implica el reconocimiento de nuestra dependencia de Él y de su palabra que da la vida. Sin este temor todo se vuelve posible y lícito, porque cada uno se hace dueño y juez de sí mismo, y así no sólo no escuchará a Dios que le habla, sino que tampoco hará caso a los demás.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.