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Oración por la Paz
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Oración por la Paz

Aniversario del comienzo del ministerio pastoral del papa Benedicto XVI. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración por la Paz
Jueves 19 de abril

Aniversario del comienzo del ministerio pastoral del papa Benedicto XVI.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Tito 1,10-16

Porque hay muchos rebeldes, vanos habladores y embaucadores, sobre todo entre los de la circuncisión, a quienes es menester tapar la boca; hombres que trastornan familias enteras, enseñando por torpe ganancia lo que no deben. Uno de ellos, profeta suyo, dijo: «Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, vientres perezosos.» Este testimonio es verdadero. Por tanto repréndeles severamente, a fin de que conserven sana la fe, y no den oídos a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad. Para los limpios todo es limpio; mas para los contaminados e incrédulos nada hay limpio, pues su mente y conciencia están contaminadas. Profesan conocer a Dios, mas con sus obras le niegan; son abominables y rebeldes e incapaces de toda obra buena.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Pablo sabe que en Creta hay algunos que ponen en peligro la unidad de la comunidad con sus visiones personales. Estos, a pesar de formar parte de ella, se oponen a la doctrina y las enseñanzas establecidas. El apóstol los llama "vanos habladores" porque sus palabras son palabrería vacía; sin embargo son peligrosos "embaucadores" porque con la pretensión de un conocimiento superior y una vida más ascética corrompen a los creyentes. Pablo pide a Tito que no les deje hablar en la asamblea porque su objetivo no es la edificación de la comunidad sino su propio provecho personal. Su obra, por otro lado, se apoya en el hábito pernicioso de esos cretenses que se dejan arrastrar por una predisposición hacia la falsedad, la tosquedad y la pereza. Pablo, que ha tenido experiencia directa de ella, advierte a Tito para que combata esta inclinación al error, y así los cristianos "conserven sana la fe". Por lo demás, sólo la "sana doctrina" (1 Tm 1, 10) puede garantizar una buena vida. Las "fábulas judaicas" a las que se refiere Pablo son quizá esas doctrinas de sabor gnóstico que se relacionan a su vez con las prescripciones judías sobre la purificación y los alimentos. El apóstol, retomando la enseñanza evangélica, afirma que "para los limpios todo es limpio" (cf. Mc 7, 14 ss.). De hecho, quien tiene la mente y el corazón puros no ve nada de malo en la creación: "Porque todo lo que Dios ha creado es bueno" (1 Tm 4, 4). En cambio, si se tiene la mente y el corazón contaminados por el orgullo y un espíritu de violencia, toda la vida se ve contagiada por ellos. El verdadero sabio es por tanto el discípulo que escucha la Palabra de Dios y trata de ponerla en práctica. Quien en cambio presume de conocer a Dios pero no escucha el Evangelio y lo niega con sus obras, está lejos de la salvación.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.