ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 26 de abril


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Tito 3,12-15

Cuando te envíe a Artemas o a Tíquico, date prisa en venir donde mí a Nicópolis, porque he pensado pasar allí el invierno. Cuida de proveer de todo lo necesario para el viaje a Zenas, el perito en la Ley, y a Apolo, de modo que nada les falte. Que aprendan también los nuestros a sobresalir en la práctica de las buenas obras, atendiendo a las necesidades urgentes, para que no sean unos inútiles. Te saludan todos los que están conmigo. Saluda a los que nos aman en la fe. La gracia sea con todos vosotros.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Tras haber confiado a Tito las tareas que considera más apremiantes, como el ordenamiento de la vida cristiana en la isla de Creta (1, 5-9; 2, l - 3, 7) y la lucha contra los errores (1, 10-16; 3, 8-11), Pablo concluye la carta, además de con algunas recomendaciones personales (3, 12-14), con saludos y buenos deseos. Escribe a su discípulo que enviará a la isla a uno de sus colaboradores -Artemas o Tíquico- para asumir la guía de la comunidad. Así Tito podrá ser dispensado del encargo y reunirse inmediatamente con él en Nicópolis, donde el apóstol pasará el invierno. Le pide en cualquier caso que cuide de dos hermanos, Zenón y Apolo, -que probablemente llevan la carta a Creta, y que deben continuar su viaje, tal vez hacia Alejandría-, "de modo que nada les falte". Pablo le exhorta a estimular la generosidad de la comunidad de Creta hacia aquellos que tienen la responsabilidad pastoral. Le invita incluso a no dejarse superar en el espíritu de generosidad por los judíos y los paganos, que ayudan solícitamente a sus maestros ambulantes. Este amor es el fruto de un verdadero espíritu evangélico. Juan Crisóstomo comenta: "Pablo pide que no esperen a que los tienen necesidad vayan a ellos, sino que sean ellos mismos los que busquen a quienes necesitan ayuda... Cuando se hace el bien, lo que se hace reporta un beneficio no tanto para quienes lo reciben sino para quienes lo hacen: de hecho les permite estar con la cabeza alta delante de Dios". Finalmente Pablo transmite a Tito y a la comunidad los saludos de sus colaboradores, mostrando así esa fraternidad que supera las fronteras y comienza a realizar la primera verdadera globalización del amor. De hecho cuando Pablo escribe sus cartas siempre tiene presentes a las comunidades cristianas extendidas por las diversas regiones. Ellas son su primera preocupación, para que conserven sólidamente el Evangelio predicado; ésta es la "gracia" de Dios que Pablo desea a Tito y a toda la comunidad.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.