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Memoria de la Madre del Señor
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Memoria de la Madre del Señor

Recuerdo de san José obrero y fiesta del trabajo. Para los judíos es el día del recuerdo de la Shoah, en el que se rememora el exterminio de su pueblo en los campos de exterminio nazis. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 1 de mayo

Recuerdo de san José obrero y fiesta del trabajo. Para los judíos es el día del recuerdo de la Shoah, en el que se rememora el exterminio de su pueblo en los campos de exterminio nazis.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Gálatas 2,15-21

Nosotros somos judíos de nacimiento y no gentiles pecadores; a pesar de todo, conscientes de que el hombre no se justifica por las obras de la ley sino sólo por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús a fin de conseguir la justificación por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley, pues por las obras de la ley nadie será justificado. Ahora bien, si buscando nuestra justificación en Cristo, resulta que también nosotros somos pecadores, ¿estará Cristo al servicio del pecado? ¡De ningún modo! Pues si vuelvo a edificar lo que una vez destruí, a mí mismo me declaro transgresor. En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí. No tengo por inútil la gracia de Dios, pues si por la ley se obtuviera la justificación, entonces hubiese muerto Cristo en vano.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Pablo, tras haberse enfrentado cara a cara con Pedro, manifiesta el sentido verdadero de la justificación. Para el judaísmo el tema de la salvación se condensaba en esta pregunta: ¿Cómo puede el hombre, que es pecador, encontrar justificación ante Dios? Pablo contesta que no se obtiene la justificación a través de las obras, sino únicamente a través de la muerte y resurrección de Jesús. Desde ahora el pecador se transforma en justo porque el pecado queda anulado por la muerte de Jesús. El hombre "viejo" puede dejar sitio al hombre "nuevo". Ese es el punto que separa la nueva ley de la antigua. Pablo sabe que pertenece al mismo pueblo elegido que Pedro y que los demás judeocristianos. También sabe que ser "judío de nacimiento" comporta varios privilegios que los demás no tienen: "la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas" y por último "los patriarcas" y el hecho de que "de ellos procede Cristo según la carne" (Rm 9,4 ss). Los gentiles, en cambio, no solo no cumplen la ley, sino que ni siquiera la conocen. Pero citando libremente el salmo 143 (v. 2) añade: Nadie es inmune al pecado y "nadie será justificado" por las obras de la ley. La justificación, tanto para unos como para otros, se produce "mediante la fe" en Cristo Jesús. Pablo responde a la objeción de los que insinúan que de ese modo "Cristo está al servicio del pecado". Es una objeción similar a la que hacen los escribas y los fariseos cuando ven a Jesús comiendo "con los publicanos y pecadores". La respuesta de Jesús fue clara: "No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores" (Mc 2,16ss). No es el comportamiento, lo que salva, ni tampoco una presunta coherencia, que por otra parte, es imposible para nosotros, pecadores. Lo que salva es seguir con todo el corazón el Evangelio y entregarse totalmente a la misericordia del Señor, que libremente perdona y justifica. Pablo pide que cada creyente "crucifique" su hombre viejo, es decir, su orgullo y su autosuficiencia, para vivir según el Evangelio, para depender totalmente de Dios, al que no podemos hacer exigencia alguna: todo es gracia. Los creyentes, por su parte, deben comprometerse a poner en práctica el Evangelio y tener "los mismos sentimientos que Cristo", hasta poder decir con Pablo: "Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí". El apóstol indica que Cristo no murió en vano. Si la justificación fuera posible mediante la ley, la muerte de Cristo no habría sido necesaria y por tanto habría sido crucificado en vano.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.