ORACIÓN CADA DÍA

Oración por los enfermos
Palabra de dios todos los dias

Oración por los enfermos

Recuerdo de san Nil, starets ruso, (+1508). Fue padre de monjes a los que enseñó el gran amor del Señor por los hombres, exhortándoles a pedir a Dios el mismo sentimiento (en griego, macrotimia). Recuerdo de la oración por los nuevos mártires del siglo XX presidida por Juan Pablo II en el Coliseo en Roma junto a los representantes de las Iglesias cristianas. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración por los enfermos
Lunes 7 de mayo

Recuerdo de san Nil, starets ruso, (+1508). Fue padre de monjes a los que enseñó el gran amor del Señor por los hombres, exhortándoles a pedir a Dios el mismo sentimiento (en griego, macrotimia). Recuerdo de la oración por los nuevos mártires del siglo XX presidida por Juan Pablo II en el Coliseo en Roma junto a los representantes de las Iglesias cristianas.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Gálatas 4,12-20

Os ruego que os hagáis como yo, pues yo me hice como vosotros. Ningún agravio me hicisteis. Pero bien sabéis que una enfermedad me dio ocasión para evangelizaros por primera vez; y, no obstante la prueba que suponía para vosotros mi cuerpo, no me mostrasteis desprecio ni repulsa, sino que me recibisteis como a un ángel de Dios: como a Cristo Jesús. ¿Dónde están ahora los parabienes que os dabais? Pues yo mismo puedo atestiguaros que os hubierais arrancado los ojos, de haber sido posible, para dármelos. ¿Es que me he vuelto enemigo vuestro diciéndoos la verdad? El celo que ésos muestran por vosotros no es bueno; quieren alejaros de mí para que mostréis celo por ellos. Bien está procurarse el celo de otros para el bien, siempre, y no sólo cuando yo estoy entre vosotros, ¡hijos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros. Quisiera hallarme ahora en medio de vosotros para poder acomodar el tono de mi voz, pues no sé cómo habérmelas con vosotros.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Pablo recuerda a los gálatas la intensa fraternidad que ha vivido con ellos. Quiere recordarles su ejemplo personal: "Haceos como yo". El apóstol sabe que el pastor debe ser un modelo para su rebaño. A los corintios también les escribe: "Sed mis imitadores, como lo soy de Cristo" (1 Co 11,1). Para atraerles hacia Cristo Pablo se "hizo como ellos". Y ellos, efectivamente, se unieron a Jesús. Con satisfacción el apóstol recuerda la comunión fraterna que habían vivido juntos; y los elogia no solo porque no le hicieron "ningún agravio" sino también porque acogieron el Evangelio que él predicaba. Pablo, en su segundo viaje, no se había propuesto quedarse en Galacia (cfr. Hch 16,6). Una enfermedad lo obligó a quedarse y aprovechó la ocasión de aquella forzada estancia para predicar el Evangelio. Los gálatas no rechazaron su predicación; más bien al contrario, acogieron al apóstol "como a un mensajero de Dios", "como a Cristo Jesús". Por eso puede preguntar a los gálatas dónde ha quedado el "parabién" de aquellos tiempos. En la alegría de la primera conversión habrían hecho lo que fuera por él; ahora, en cambio, se dejan engatusar por los falsos maestros que actúan de manera hipócrita ("ese interés por vosotros") para alejarlos de él. Pablo habla de manera paterna pero firme. Ellos son hijos suyos y los ama con el amor de una madre que en el dolor dio a luz a su hijo, o mejor dicho, que ha dado forma a Cristo en sus corazones. La misma epístola (como toda predicación) forma parte de esta obra de "generación" que continúa el trabajo apostólico.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.