ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de san Sergio de Radonez, fundador de la laura de la Santísima Trinidad, en Moscú. Recuerdo del pastor evangélico Paul Schneider, asesinado en el campo de concentración nazi de Buchenwald el 18 de julio de 1939. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Miércoles 18 de julio

Recuerdo de san Sergio de Radonez, fundador de la laura de la Santísima Trinidad, en Moscú. Recuerdo del pastor evangélico Paul Schneider, asesinado en el campo de concentración nazi de Buchenwald el 18 de julio de 1939.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Primera Pedro 3,13-17

Y ¿quién os hará mal si os afanáis por el bien? Mas, aunque sufrierais a causa de la justicia, dichosos de vosotros. No les tengáis ningún miedo ni os turbeis. Al contrario, dad culto al Señor, Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza. Pero hacedlo con dulzura y respeto. Mantened una buena conciencia, para que aquello mismo que os echen en cara, sirva de confusión a quienes critiquen vuestra buena conducta en Cristo. Pues más vale padecer por obrar el bien, si esa es la voluntad de Dios, que por obrar el mal.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

"¿Quién os hará mal si os afanáis por el bien?". Estas palabras se dirigen a cristianos que están sufriendo fuertes hostilidades. Pero nadie les podrá hacer mal porque el Señor mismo los defenderá. Por eso el apóstol puede añadir que también en tiempo de persecución los cristianos son dichosos, como ya había dicho Jesús, por otra parte: "Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia" (Mt 5,10). La bienaventuranza para los cristianos es estar con Jesús y dar testimonio de su mismo amor. Eso es lo que quiere decir el apóstol cuando afirma que hay que "dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza" (v. 15). Sí, los cristianos están llamados no solo a hacer comprensible su fe sino también a hacerla atractiva para los hombres de su tiempo. "Dar razón" no significa simplemente llevar a cabo una acción apologética abstracta y defensiva. Es mucho más. Los discípulos son exhortados a llamar a los demás a la fe encontrando la manera de tocar su mente y de atraer su corazón. Es algo en lo que deben trabajar la comunidad cristiana en su conjunto y cada discípulo. Y requiere una atención y un esmero especiales hacia el contenido de la fe y hacia las personas a las que se dirige. Esta tarea no se puede liquidar de manera superficial, improvisada y aún menos arrogante. El apóstol exhorta a hacerlo "con dulzura y respeto", "con una buena conciencia". El apóstol parece concluir: "Más vale padecer por obrar el bien que por obrar el mal". En cualquier caso, la fe no es un garrote para golpear a quien está escuchando, sino una llamada que debe tocar el corazón para que quien escucha comprenda la tristeza de la vida que lleva y se convierta con el corazón a Dios. Eso es lo que hizo Pedro con la primera predicación el día de Pentecostés; los Hechos escriben que sus oyentes tenían "el corazón compungido" (Hch 2,37). No se trata de renunciar a afirmar la identidad y la fe de cada uno, sino más bien a comunicarla con paciencia y amor, y siempre con claridad. Eso puede provocar sufrimiento. Lo vemos sobre todo en aquellos países del mundo en los que los cristianos son una minoría perseguida o donde al menos deben superar obstáculos para vivir su fe. Pero Pedro nos dice que "más vale padecer por obrar el bien que por obrar el mal".

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.