ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de san Ignacio, obispo de Antioquía. Condenado a muerte, fue llevado a Roma donde murió mártir (+107). Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Miércoles 17 de octubre

Recuerdo de san Ignacio, obispo de Antioquía. Condenado a muerte, fue llevado a Roma donde murió mártir (+107).


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

2Crónicas 5,11-14

Cuando los sacerdotes salieron del santuario, porque todos los sacerdotes que se hallaban presentes se habían santificado, sin guardar orden de clases, y todos los levitas cantores, Asaf, Hemán y Yedutún, con sus hijos y hermanos, vestidos de lino fino, estaban de pie al oriente del altar, tocando címbalos, salterios y cítaras, y con ellos 120 sacerdotes que tocaban las trompetas; se hacían oír al mismo tiempo y al unísono los que tocaban las trompetas y los cantores, alabando y celebrando a Yahveh; alzando la voz con las trompetas y con los címbalos y otros instrumentos de música, alababan a Yahveh diciendo: "Porque es bueno, porque es eterno su amor"; la Casa se llenó de una nube, la misma Casa de Yahveh. Y los sacerdotes no pudieron continuar en el servicio a causa de la nube, porque la gloria de Yahveh llenaba la Casa de Dios.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El texto, aunque sea de estilo pesado, subraya la grandiosidad del momento que se está viviendo. Hay un paralelismo entre la liturgia del traslado del arca desde Jerusalén al templo de David y el rito de la entronización del arca en el templo de Salomón. De todos salía una oración y un canto "al unísono", observa el autor. Y no le falta significado, al contrario, esta concordia manifiesta el fruto de dicha entrada que es la unión de todos en un solo corazón y en una sola voz. Una alabanza común sube a Dios "Porque es bueno, porque es eterna su misericordia". Y Dios responde inmediatamente a la oración de su pueblo: "el templo se llenó de una nube, el templo mismo de Yahvé. Cuando los sacerdotes salieron del santuario -pues la nube había llenado el templo de Yahvé- los sacerdotes no pudieron permanecer ante la nube para completar el servicio, pues la gloria de Yahvé llenaba el templo de Yahvé. La nube de incienso que llena el templo, en el lenguaje bíblico, significa el signo visible de la presencia divina. Sucede al comienzo de la historia de Israel como narra el libro del Éxodo: "Después Moisés subió al monte. La nube cubría el monte. La gloria de Yahvé descansaba sobre el monte Sinaí y la nube lo cubrió durante seis días. Al séptimo día, Yahvé llamó a Moisés de en medio de la nube. La gloria de Yahvé aparecía a los israelitas como fuego devorador sobre la cumbre del monte. Moisés penetró en la nube y subió al monte." (24,15-18). La llegada de la nube indica siempre la presencia de Dios entre su pueblo. Dios toma posesión del templo, lugar de su morada sobre la tierra. Las tablas de la Ley, envueltas por la nube, son Palabra viviente de Dios. De hecho, no se puede separar la Ley de la nube que la envuelve. Por esto no se puede abrir la Sagrada Escritura ni leerla sin ser envueltos por la nube, o sea, sin estar bajo el influjo del Espíritu de Dios. Las Sagradas Escrituras no son propiedad de nadie, ni siquiera de los sacerdotes los cuales, como observa el Cronista, apenas invade el Santo de los Santos, son obligados a salir. La Palabra de Dios requiere un corazón que escucha en actitud de oración. Es una tradición ininterrumpida, sancionada por el Vaticano II, cuando precisamente al comienzo de la Constitución sobre la Revelación se lee: "En escucha religiosa de la Palabra de Dios". La Sagrada Escritura es la sustancia de la oración del creyente. Mientras abrimos las páginas de la Biblia debemos invocar al Espíritu Santo para que nos cubra con su sombra y nos abra la mente a la inteligencia de las Palabras que se nos dirigen. Y se realizará en nosotros todo lo que sucedió aquel día en el templo.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.