ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Miércoles 31 de octubre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

2Crónicas 15,1-19

Vino entonces el espíritu de Dios sobre Azarías, hijo de Oded, el cual salió al encuentro de Asá y le dijo: "¡Oídme vosotros, Asá y todo Judá y Benjamín! Yahveh estará con vosotros mientras vosotros estéis con él; si le buscáis, se dejará hallar de vosotros; pero si le abandonáis, os abandonará. Durante mucho tiempo Israel estará sin verdadero Dios, sin sacerdote que enseñe y sin ley. Mas cuando en su angustia se vuelva a Yahveh, el Dios de Israel, y le busque, él se dejará hallar de ellos. En aquellos tiempos no habrá paz para los hombres, sino grandes terrores sobre todos los habitantes de los países. Chocarán pueblo contra pueblo y ciudad contra ciudad, porque Dios los conturbará con toda suerte de aflicciones. ¡Vosotros, pues, esforzaos, y que no se debiliten vuestras manos! Porque vuestras obras tendrán recompensa." Al oír Asá estas palabras y esta profecía cobró ánimo e hizo desaparecer los monstruos abominables de todo el país de Judá y Benjamín y de las ciudades que había conquistado en la montaña de Efraím, y restauró el altar de Yahveh, que estaba ante el vestíbulo de Yahveh. Congregó a todo Judá y Benjamín, y a los de Efraím, Manasés y Simeón que habitaban entre ellos; pues se habían pasado a él muchos de los israelitas, viendo que Yahveh su Dios estaba con él. Se reunieron en Jerusalén en el mes tercero del año quince del reinado de Asá. Aquel día ofrecieron a Yahveh sacrificios del botín que habían traído: setecientos bueyes y 7.000 ovejas. Y se obligaron con un pacto a buscar a Yahveh, el Dios de sus padres, con todo su corazón y con toda su alma; y que todo aquel que no buscase a Yahveh, el Dios de Israel, moriría, desde el pequeño hasta el grande, hombre o mujer. Juraron, pues, a Yahveh en alta voz, con gritos de júbilo y al son de las trompetas y cuernos. Y todo Judá se alegró con motivo del juramento, porque de todo corazón había prestado el juramento, y con plena voluntad había buscado a Yahveh. Por eso él se dejó hallar de ellos; y le dio paz por todas partes. El rey Asá llegó a quitar a Maaká, su madre, el título de Gran Dama, porque había hecho un Horror para Aserá. Asá abatió este Horror, lo hizo pedazos y lo quemó en el torrente Cedrón. Pero no desaparecieron los altos de en medio de Israel, aun cuando el corazón de Asá fue perfecto todos sus días. Llevó a la Casa de Dios las ofrendas consagradas por su padre y sus propias ofrendas: plata, oro y utensilios. No hubo guerra hasta el año 35 del reinado de Asá.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Cronista retoma el tema de la reforma religiosa emprendida por Asá. Esta vez es suscitada por la profecía de Azarías. Él, retomando referencias y alusiones de profecías bíblicas precedentes, se dirige a las tribus de Judá y de Benjamín, pidiendo que le escuchen. Y con solemnidad dice que su vida depende de la cercanía del Señor: "Yahvé estará con vosotros mientras vosotros estéis con él; si le buscáis, se dejará hallar de vosotros" (v. 2). Sin embargo enseguida añade: "pero si le abandonáis, os abandonará". Es un tema central en los dos libros de las Crónicas, pero destaca toda la historia de Israel. El profeta recuerda asimismo los tiempos amargos en los que Israel "estará sin verdadero Dios, sin sacerdote que enseñe y sin ley" (v. 3)
El profeta Oseas retoma esta observación: "Porque durante muchos días se quedarán los hijos de Israel sin rey ni príncipe, sin sacrificios ni estela, sin efod ni terafim. Después volverán los hijos de Israel; buscarán a Yahvé su Dios y a David, su rey, y acudirán con temor a Yahvé y a sus bienes en los días venideros" (Os 3,4-5). El tema de la búsqueda de Dios es parte de la misma fe, como también de la propia naturaleza humana. La vida de los individuos como la de los pueblos encuentra su sentido último precisamente en la búsqueda del Señor. A los creyentes en el Dios bíblico se les llama a acoger al Señor o a suscitarle en todos. Y se recoge en su profundidad la afirmación del profeta que hace iniciar la búsqueda de Dios cuando se está en una condición de miseria y de pobreza: "Mas cuando en su angustia se vuelva a Yahvé, el Dios de Israel, y le busque, él se dejará hallar de ellos" (v. 4). Azarías, con su profecía, solicita al pueblo del Señor a no apoltronarse en la seguridad, a no detenerse en la búsqueda. En efecto, cada vez que el pueblo se ha cerrado en su propia autosuficiencia, no ha buscado más al Señor. Y ha tocado su ruina con la mano. La respuesta del rey al profeta no se hace esperar y comienza una reforma religiosa a gran escala, comparable a la atribuida a Ezequías (2 Cr 29-31) y a Josías (2 Cr 34-35). El primer paso fue la destrucción de los ídolos, luego se reparó el altar y se concluyó con una solemne liturgia de renovación de la alianza. En esta liturgia solemne el pueblo del Sur se encuentra junto a los fieles de Efraín, de Manasés y de Simeón (sin embargo esta última tribu llevaba ya tiempo asimilada a la de Judá), que habían pasado por Judá, habiendo visto que el Señor actuaba con el rey Asá (v. 9). La fiesta probablemente coincide con Pentecostés, asociada en los últimos siglos al don de la Torá en el Sinaí (v. 10). Los participantes en la asamblea son unidos por la búsqueda del Señor para cumplir con todo su corazón. El juramento con el que se vinculan al Señor hace explotar la alegría de un pueblo que sabe que es amado y custodiado por Dios. Y lo gritan con voz unánime, mientras suenan las trompetas y los cuernos. La profecía de Azarías permanece confirmada: el Señor es hallado por quien lo busca y Asá está de nuevo en paz. Pero quien ha atentado contra la unicidad de Dios es alejado, como la Maacá, la reina madre que había hecho construir una estatua de Baal.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.